COMUNION ESPIRITUAL
La Comunión Espiritual es la reserva de la Vida y Amor Eucarístico, siempre disponible para los amantes de Jesús Eucarístico. Por medio de la Comunión Espiritual, se satisfacen los deseos voraces del alma que quiere estar unida a Jesús, su Esposo. La Comunión Espiritual es una unión de amor entre el alma y Jesús en la Hostia. Esta unión es espiritual, más sin embargo, es real, más real que la unión entre el alma y el cuerpo, "porque el alma vive más donde ama que donde vive," dice San Juan de la Cruz. Fe, Amor y Deseo. Como es evidente, la Comunión Espiritual asume que tenemos fe en la Presencia Real de Jesús en el Tabernáculo. Implica que quisiéramos la Comunión Sacramental, y demanda gratitud por el regalo que nos hace Jesús en este Sacramento. Todo esto se expresa simple y brevemente en la formula de San Alfonso: "Creo Jesús Mío que estás real y verdaderamente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte dentro de mi alma, más ya que no lo puedo hacer en este momento sacramentalmente ven por lo menos espiritualmente a mi corazón. (Pausa) Como si ya te hubiese recibido, yo me abrazo y me uno totalmente a Tí. Nunca, nunca permitas que me separe de Tí. Amen" La Comunión Espiritual, como nos enseña Santo Tomás Aquino y San Alfonso Liguori, producen efectos similares a la Comunión Sacramental, de acuerdo a las disposiciones con que se hace, la mayor o menor vehemencia con que se desea a Jesús y se le tributa la atención que merece. Una ventaja especial de la Comunión Espiritual, es que la podemos hacer tantas veces como queramos,- aun cientos de veces al día;- cuando queramos,- aun en la noche avanzada;- y donde queramos,- aún en el desierto, o viajando en un avión. Es oportuno hacer una Comunión Espiritual especialmente cuando asistimos a la Santa misa, y no podemos recibir a Nuestro Señor sacramentalmente. Al recibir el sacerdote su Sagrada Comunión, nuestra alma debiera compartir de ella, imvitando a Jesús a nuestro corazón. De este modo, toda Misa que oímos está completa, con el Ofertorio, la Consagracíon Sacrificial y la Sagrada Comunión. Los dos Calices. El mismo Jesús dijo a Santa Catarina de Siena en una visión, lo preciosa que es la Comunión Espiritual. La Santa temía que la Comunión Espiritual era nada, comparada con la Comunión Sacramental. En la visión, Nuestro Señor sostenía dos Ciborios, y decía: "En este Calíz dorado, pongo tus Comuniónes Sacramentales; y en este Cáliz de plata, tus Comuniónes Espirituales. Los dos Ciborios me son muy agradables." Y en una ocasión, Nuestro Señor dijo a Santa Mararita María Alacoque cuando ella se encontraba dirigiéndole tiernos suspiros en el Tabernáculo: "Amo tanto el deseo de un alma de recibirme, que me apresuro a venir a ella cada vez que me llama con sus anhelos." No es muy dificil el ver cuánto aman los Santos la Comunión Espiritual. Esta satisface, al menos en parte, los deseos ardientes de unirse con su amado. Mismo Jesús dijo: "Permaneced en Mí, y Yo en vosotros" (Jn. 15:4). No había otra manera de quietar los tiernos deseos que ardían en los corazones de los Santos. "Como el ciervo ansía las corrientes de agua, así mi alma suspira por Tí, Oh Dios, porque mi alma tiene sed de Dios." (Sal. 41:2) Este es el suspiro de amor de los Santos. Santa Catarina de Genoa exclamaba: "Oh querido Esposo (de mi alma); tanto ansío la algría de estar Contigo, que me parece que si muriera, volvería a la vida solo para recibirte en la Sagrada Comunión." La Beata Agueda de la Cruz sentía una necesidad tan aguda de vivir siempre unida a Jesús en la Eucaristía, que recalcaba: "Si el Confesor no me hubiera enseñado a hacer Comuniónes Espirituales, no hubiera vivido." Igualmente para Santa María Francisca de las Cinco Llagas, la Comunión Espiritual era el único alivio del dolor tan agudo que sentía cuando fué encerrada en casa, lejos de su amado Señor, y especialmente cuando se le prohibió recibir la Sagrada Comunión. En tal ocasión, salía a la terraza de su casa, y mirando en dirección a la Iglesia, suspiraba entre lágrimas: "Felices los que hoy te han recibido en el Santo Sacramento, Oh Jesús. Benditas las paredes de la Iglesia que guardan a mi Jesús. Benditos los sacerdotes quienes están siempre cerca del mas adorable Jesús." Solo la Comunión Espiritual podía satisfacerla un poco. Durante el día. Este es uno de los consejos que el Padre Pio de Pietrelcina dió a una de sus hijas espirituales: "Durante el transcurso del día, cuando no te es permitido hacer otra cosa, llama a Jesús, aún en medio de todas tus ocupaciones, con un suspiro resignado del alma, y El vendrá y permanecerá siempre unido con tu alma por medio de Su Gracia y Su Santo Amor. Haz un vuelo espiritual hasta frente el Tabernáculo cuando no puedas estar ahí con tu cuerpo, y ahí derrama los deseos ardientes de tu espíritu y abraza al Amado de las almas mejor que si se te hubiera permitido recibirlo sacramentalmente." También nosotros, saquemos provecho de este gran don. ¿Durante los momentos en que se nos pone a prueba o nos sentimos abandonados, por ejemplo, que puede ser más valioso para nosotros que la compañía de Nuestro Señor Sacramentado, por medio de la Comunión Espiritual? Esta práctica santa, puede obrar facilmente para llenar nuestros días con acciones y sentimientos de amor, y nos puede hacer que vivamos en un abrazo de amor el cual depende solamente de que lo renovemos, para que casi ni se interrumpa. Santa Angela Merici era extremadamente apasionada de la Sagrada Comunión Espiritual. No solo la hacía a menudo y exhortaba a otros a hacerla sino que quizo dejársela a sus hijas como herencia para que ellas la practicaran depues. ¿Y que podremos decir de San Francisco de Sales? ¿Acaso no parecía su vida como una cadena de Comuniónes Espirituales? El tomo la resolución de hacer una Comunión Espiritual al menos cada cuarto de hora. San Maximiliano Kolbe hizo la misma resolución desde su juventud. El Siervo de Dios Andres Beltrami, nos dejó una corta página de su diario personal, el cual es el programa de una vida sin interrupción de Comuniónes Espirituales con Jesús en el Santísimo Sacramento. Estas son sus palabras: "Donde quiera que me encuentre, constantemente pensaré en Jesús en el Santísimo Sacramento. Fijaré mis pensamientos en el Tabernáculo Sagrado, aun por la noche, cuando despierte de mi sueño, adorándolo desde donde esté, llamando a Jesús en el Santísimo Sacramento, ofreciendo el acto que esté llevando a cabo en ese momento. Instalare un cable telegráfico desde mi estudio hasta la Iglesia; otro desde mi recámara y un tercero desde el Refectorio; y tan seguido como pueda, enviare mensajes de amor a Jesús en el Santísimo Sacramento." ¡Que torrente de afectos divinos deben haber pasado por esos cables! Igualmente durante la noche. Los Santos estaban ansiosos de usar estos y otros medios santos, a fin de encontrar un escape para sus corazones desbordantes, pues ellos sentían que no habian avanzado aún bastante en su esfuerzo por amor. "En tre mas Te amo, lo menos que Te amo," exclamaba Sta Francisca Xavier Cabrini, "pues quisiera amarte más, mas no puedo. Oh, ensancha, ensancha mi corazón." Cuando San Roque fué puesto en la prision al ser convicto de vagabundo peligroso, estando en su celda tenía siempre la mirada fija en la ventana, al mismo tiempo que oraba. El guardia le preguntó: "¿Qué es lo que estás mirando?" El Santo le respondió: "Estoy viendo la torre de la Iglesia." La torre le recordaba de una Iglesia, un Tabernáculo, y de Jesús Eucarístico, inseparablemente unido a su corazón. El Santo Cura de Ars, decía a su rebaño: "A la vista de una torre de Iglesia, ustedes pueden decir: Jesús está ahí, pues ahí hay un sacerdote que ha celebrado Misa." El Beato Luis Guanella, al viajar en tren con peregrinaciones a varias parroquias, acostumbraba siempre aconsejar a los peregrinos que dirigieran sus mentes y sus corazones hacia Jesús siempre que vieran la torre de una Iglesia a través de la ventana del tren. "Cada campanario," solía decir, "señala una Iglesia, en donde hay un Tabernáculo, donde se celebra una Misa, y donde esta Jesús." Aprendamos una lección de los Santos. A ellos les gustaría compartir una chispa del amor que arde en sus corazones. Hagamos la resolución de hacer muchas Comuniónes Espirituales, especialmente durante los momentos más arduos del día. Así, muy pronto penetrará en nosotros el fuego del amor. De algo muy consolador, nos asegura San Leonardo de Port Maurice, y eso es ésto: "Si ustedes practican el Santo ejercicio de la Comunión Espiritual bastantes veces al día, en un mes se encontrarán completamente cambiados." ¿Apenas un mes; está claro, verdad?

CAPITULO 4 JESUS CONMIGO.
"Cada mañana, antes de unirme a El en el Santísimo Sacramento, siento que mi corazón es atraído por una fuerza superior. Siento tanta sed y hambre antes de recibirlo, que es una maravilla que yo no muera de ansiedad. Apenas sí pude alcanzar al Prisionero Divino a fin de celebrar la Misa. Cuando terminó la Misa, me quede con Jesús para rendirle mis gracias. Mi sed y hambre no disminuyen después de haberle recibido en el Santísimo Sacramento, sino más bien, aumentan constantemente. Oh, qué dulce fué la conversación que sostuve con el Paraíso esta mañana. El Corazón de Jesús y mi propio corazón, si me perdonan la expresión, se fundieron. Ya no eran dos corazónes palpitantes, sino sólo uno. Mi corazón se perdió, como una gota de agua se pierde en el océano." Padre Pio.
"Y mirad que Yo con vosotros estoy todos los días, hasta la consumación de los siglos." (Mat. 28:20)
• La Presencia Real.
• Visitas a Jesús.
• ¡Jesús, yo Te Adoro!
• Amor por la Casa de Jesús.
LA PRESENCIA REAL.
La presencia de Jesús en nuestros Tabernáculos, es el Misterio de Dios, el Don de Dios, el Amor de Dios. Durante la Santa Misa, a la hora de la Consagración, cuando el sacerdote pronuncia las divinas palabras de Jesús: "Esto es Mi Cuerpo ... Este es el Cáliz de Mi Sangre" (Mat. 26: 26-27), el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y Sangre de Jesús. Las substancias del pan y del vino desaparecen de ahí, pues han sido transformadas, "transubstanciadas" en el Cuerpo y Sangre Divinos de Jesús. El pan y el vino conservan tan solo sus apariencias, para expresar la realidad de alimento y bebida, de acuerdo con las palabras de Jesús: "Mi Cuerpo es alimento de verdad, y mi Sangre es bebida verdadera." (Juan 6:55) Tras el velo, el disfraz de la Hostia, y dentro del Cáliz, está la Persona Divina de Jesús con Su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Esto es lo que se da a quien recibe la Sagrada Comunión, y es lo que continuamente permanece en las Hostias Consagradas que se guardan en el Tabernáculo. San Ambrosio escribió: ¿"Cómo es que sucede el cambio del pan en el Cuerpo de Cristo? Es por medio de la Consagración. ¿Con que palabras se logra la Consagración? Es con las palabras de Jesús. Cuando llega el momento de lograr este sagrado misterio, el sacerdote deja de hablar por si mismo; entonces habla por la persona de Jesús." Las palabras de la Consagración son las palabras más maravillosas y asombrosas que Dios ha dado a la Iglesia. ¡Ellas tienen el poder, a través del sacerdote, de transformar un pedazo de pan y un poco de vino, en nuestro Dios Crucificado, Jesús! Ellas logran este hermoso y misterioso milagro por medio de un poder supremo, que sobrepasa el poder de los Serafines y pertenece solo a Dios y a Sus sacerdotes. No nos debemos asombrar de que ha habido sacerdotes santos quienes han sufrido de gran manera cuando pronunciaban esas palabras divinas. San José Copertino, y más recientemente Padre Pio de Pietrelcina, se veían visiblemente abrumados por la angustia, y apenas con grandes dificultades ya pausas, podían completar las dos fórmulas de la Consagración. El Padre Guardián se aventuró a preguntar a San José de Copertino: ¿"Cómo es que celebra toda la Misa tan bien, y tartamudea a cada sílaba de la Consagración?" El Santo contestó: "Las palabras sagradas de la Consagración, son como carbones encendidos en mis labios. Cuando las pronuncio, lo hago como si tuviera que tragar alimento hirviente." Es por estas divinas palabras de la Consagración que Jesús está en nuestros altares, en nuestros Tabernáculos, y en las Hostias. ¿Pero cómo es que sucede esto? ¿"Cómo es posible,- preguntaba a un obispo un educado Mahometano,- que el pan y el vino se conviertan en el Cuerpo y Sangre de Cristo?" El obispo le respondió: "Tú eras pequeñito al nacer. Creciste porque tu cuerpo cambió el alimento que comías en carne y sangre. Si el cuerpo de un hombre puede cambiar pan y vino en carne y sangre, entonces Dios, puede hacerlo con mucha más facilidad." Entonces el Mahometano preguntó: ¿"Cómo es posible que Jesús esté completo y enteramente presente en una Hostia tan chiquita?" El obispo contestó: "Fíjate en el paisaje frente a tí y considera cuánto mas pequeñito es tu ojo, comparándolo con él. Ahora bien, dentro de tu ojo está la imágen de este gran campo. ¿No podría hacer Dios en realidad, en Su Persona, lo que se hace en nosotros por medio de una imagen?" Y el Mahometano insistió: ¿"Cómo es posible que el mismo Cuerpo esté presente al mismo tiempo y en todas las Iglesias y en todas las Hostias Consagradas?" El obispo le dijo: "Para Dios nada es imposible, y eso debiera ser bastante respuesta. Mas la naturaleza también puede contestar a esta pregunta. Tomemos un espejo; tíralo al piso para que se rompa en mil pedazos. Cada pedacito refleja la misma imagen que anteriormente el espejo entero reproducía. De igual manera, el mismo Jesús se reproduce a Sí Mismo, no como un mero parecido, sino como una realidad, en cada Hostia consagrada. El está verdaderamente presente en cada Una de Ellas." Maravillas Eucarísticas han sido registradas en las vidas de Santa Rosa de Lima, Beata Angela de Foligno, Santa Catarina de Siena, San Felipe Neri, San Francisco Borgia, San José de Copertino, y muchos otros Santos cuyos sentidos percibieron la Presencia Real de Jesús en el Tabernáculo y en las Hostias Consagradas, al ver a Jesús con sus propios ojos, o experimentaron Su Inefable fragancia. También tenemos cuenta de cómo San Antonio de Padua, en una ocasión probó a un incrédulo la Presencia Real, mostrándole una mula hambrienta que se arrodillaba frente a una Custodia conteniendo al Santísimo Sacramento, en lugar de devorar una canasta de cebada colocada al lado de la Custodia. Igualmente asombroso fué un episodio concerniente a San Alfonso M. Liguori, una vez que recibió la Sagrada Comunión en su lecho de enfermo. Una mañana, tan pronto como recibio la Hostia, suspiro en voz alta, y con lágrimas en los ojos: ¿"Que es lo que han hecho? ¡Me han traído una Hostia sin Jesús; una hostia sin consagrar!" El incidente fue investigado y se descubrió que el sacerdote que había oficiado la Misa esa mañana, había estado tan distraido que había omitido todo, desde el Memento de los vivos hasta el Memento de los difuntos del Canon Romano, y por consiguiente, había omitido la consagración del pan y el vino. ¡El Santo había detectado la ausencia de Nuestro Señor en la hostia sin consagrar! Se pueden mencionar muchos otros episodios tomados de la vida de los Santos. Igualmente, se pueden contar instancias de exorcismos en que las personas poseídas fueron liberadas de los demonios, gracias a la Eucarístia. Así mismo uno podría citar aquellos grandes testigos de fe y amor que son los Congresos Eucarísticos y los célebres Relicarios Eucarísticos, (tales como los de Turin, Lanciano, Siena, Orvieto, y el Relicario de San Pedro de Patierno) relicarios que aún ahora ofrecen testimonio válido de pasados eventos asombrosos que confirman la Presencia Real. Pero preponderando todas estas historias verídicas y evidencias, está la Fe, por medio de la cual, se asegura la verdad de la Presencia Real, y sobre la que debemos basar nuestra creencia inalterable de que esa es la verdad. "Jesús es la Verdad" (Jn. 14:6), y El nos ha dejado la Eucaristía como un Misterio de Fe, y debemos de creerlo con toda nuestra mente y todo nuestro corazón. Cuando se le trajeron los Santos Viáticos al Doctor Angélico, Santo Tomás de Aquino, se levantó de las cenizas donde habia estado postrado, se puso de rodillas, y dijo: "No podría creer con mayor seguridad que El, a Quien voy a recibir es el Hijo del Dios Eterno, aún cuando tuviera una iluminación mil veces más clara que la de la fe." Mysterium fidei (Misterio de Fe). Con estas palabras, ei Papa Pablo VI decidió titular su encíclica sobre la Eucaristía, simplemente porque las realidades divinas no tienen principio de verdad ni de certeza que esté por encima de la Fe Teológica. Fué debido a esta Fe que los Santos merecieron ver a Jesús en la Hostia, aún cuando no necesitaban más prueba que la que ellos tenían, es decir, la palabra de Dios. El Papa Gregorio XV declaró que Santa Teresa de Jesús (a quien él canonizó), "Miró a Nuestro Señor Jesucristo, presente en la Hostia, tan distintamente con los ojos de su espíritu, que ella había dicho que no envidiaba a la feliz multitud de los Elegidos quienes contemplaban a Nuestro Señor cara a cara en el Cielo." Y Santa Domingo Savio escribió una vez en su diario: "Yo no necesito nada de este mundo para poder ser feliz. Sólo necesito contemplar a Jesús en el Cielo, a Quien ahora lo veo y adoro sobre el Altar, con los ojos de la Fe." Es con esta Fe que debiéramos acercarnos a la Sagrada Eucaristía, y conservarnos en esa Divina Presencia, amando a Jesús en este Sacramento y atrayendo a otros a que lo amen.
VISITAS A JESUS.
Jesús está en nuestros Tabernáculos, y a este hecho llamamos "La Presencia Real." El mismo Jesús que fué albergado por María Inmaculada en su cuerpo virginal, se encuentra en la forma pequeñita de la Hostia blanca. El mismo Jesús que fué azotado, coronado de espinas y crucificado como Víctima por los pecados del mundo, permanece en el ciborio, en la Hostia, como Víctima sacrificada por nuestra salvación. El mismo Jesús quien resucitó de entre los muertos y ascendió al Cielo, en donde ahora está Glorioso, reinando a la derecha del Padre, reside en nuestros altares, rodeado de una multitud sin número de Angeles que le adoran,- una visión que la Beata Angela de Folingno contempló. Así que Jesús esta de verdad con nosotros. ¡"Jesús está ahí!" ... El Santo Cura de Ars no podía terminar de repetir estas tres palabras sin derramar lágrimas. Y San Pedro Julián Eymard, exclamaba con fervor gozoso: "¡Ahí esta Jesús! ¡Por consiguiente, todos nosotros debemos ir a visitarlo!" Y cuando Santa Teresa de Jesús oyó que alguien decía: "Si tan sólo yo hubiera vivido en los tiempos de Jesús ... Si tan solo hubiera podido hablar con El ... Si tan solo le hubiera podido ver ...," ella le respondió con su costumbre exhuberante: ¿"Pero, es que no tenemos en la Eucaristía al Jesús viviente, real y verdaderamente presente ante nosotros? ¿Por qué buscar más?" Ciertamente que los Santos no buscaban más. Ellos sabían en dónde estaba Jesús, y no deseaban más que el privilegio de rendirle compañía inseparable, tanto con sus afectos como con su presencia corpórea. ¿Estar siempre con nuestro Amado- no es acaso una de las cosas primordiales que pide el verdadero amor? Seguramente que sí lo es; y por lo tanto, sabemos que las visitas al Sagrado Sacramento y la Bendición Eucarística, eran los amores secretos, y sin embargo evidentes de los Santos. La hora de hacerle una visita a Jesús, es completamente la hora de amor, un amor que volveremos a practicar de nuevo en el Paraíso, puesto que "el Amor nunca se acaba" (1 Cor. 13:8). Santa Catarina de Genoa no cometió error al decir: "El tiempo que me he gastado frente al Tabernáculo, es el tiempo mejor gastado de mi vida." Veamos algunos ejemplos de los Santos. San Maximiliano M. Kolbe, apostol de la Virgen Inmaculada, acostumbraba hacer un promedio de diez visitas diarias al Santisimo Sacramento, practica que comenzó cuando era un joven estudiante. Durante el año escolar en los intervalos entre clases, se apresuraba a la Capilla, de modo que durante la mañana se las averiguaba para hacer cinco visitas a Jesús. Durante el resto del día, hacía otras cinco visitas. Entre estas, hacía una que el consideraba una parada obligatoria dentro de su paseo diario de la tarde. Esta era en una Iglesia (en Roma) en donde estaba expuesto el Santísimo Sacramento. Igualmente, San Roberto Bellarmine durante su juventud, al ir y venir de la escuela, acostumbraba a pasar por una Iglesia cuatro veces al día, de modo que cuatro veces al día se detenía a hacer una visita a Jesús. ¿Cuántas veces sucede que nosotros pasamos por una Iglesia? ¿Acaso somos insensitivos y callosos? Los Santos tenían la esperanza de encontrar una Iglesia por el camino que ellos tomaban; mientras que nosotros somos tan indiferentes, aun cuando nos tropezamos con las puertas de una Iglesia. El Venerable J.J. Olier escribió: "Cuando hay dos caminos que me llevan a cierto lugar, escojo el que tiene más Templos, con el fin de estar más cerca al Santísimo Sacramento. Cuando encuentro un lugar en que está Mi Jesús, me pongo tan feliz y digo, 'Aquí estas, Mi Dios y Mi Todo'." San Alfonso Rodríguez era un portero. Sus deberes lo llevaban a menudo por la puerta de la Capilla; y entonces nunca dejaba de cuando menos asomarse, para echarle a Nuestro Señor una mirada de amor. Cuando dejaba la casa, y al regresar, siempre visitaba a Jesús para pedir Su bendición. El joven angélico San Estanislao Kostka, aprovechaba cualquier momento libre para correr a visitar a Jesús en el Santísimo Sacramento. Cuando definitivamente no podía hacerlo, invocaba a su Angel de la Guarda y le decía quietamente: "Querido Angel de mi Guarda, ve ahí tú, por mí." ¡Y qué encargo tan angélico, de verdad! ¿Por qué no podemos nosotros hacer dichas peticiones? Nuestro Angel de la Guardia se pondría muy contento de aceptar. De hecho, no podríamos pedirle que nos hiciera un favor más noble y más agradable. San Agustín nos ha dejado una anécdota acerca de su madre, Santa Mónica, que dice cómo todas los días, además de asistir a Misa, iba dos veces a visitar a Nuestro Señor, una en la mañana, y otra en la tarde. Otra madre santa de siete hijos, acostumbraba a hacer lo mismo, la Beata Anna María Taigi. Y San Wenceslao, Rey de Bohemia, acostumbraba hacer viajes frecuentes, de día y de noche, aún durante el riguroso invierno, para visitar al Santísimo Sacramento en la Iglesia. Aquí tenemos otro ejemplo en una familia real. Cuando Santa Isabel de Hungría era una niñita y jugaba en el palacio con sus compañeras, siempre escogía un lugar cerca de la Capilla a fin de vez en cuando, y sin ser notada, poder detenerse junto a la puerta de la Capilla, besar la cerradura y decir a Jesús: "Jesus Mío, estoy jugando, pero no te olvido. Bendíceme a mí y a mis compañeras. Te veré de nuevo." ¡Que devoción tan sencilla! Francisco, uno de los tres pastorcillos de Fátima, era un pequeño contemplativo, y sentía un fervor ardiente por visitar al Santísimo Sacramento. El quería ir a menudo y permanecer en la Iglesia tanto tiempo como podía, a fin de estar cerca del Tabernáculo y cerca de "Jesús escondido," según el llamaba a la Eucaristía en su infantil, pero profunda manera de hablar. Cuando la enfermedad lo hizo guardar cama, hizo a su prima Lucía la confidencia de que su dolor más grande era el no poder ir a visitar a "Jesús escondido" para ofrecerle todos sus besos y todo su amor. ¡Aquí tenemos a una criaturita enseñandonos cómo amar! Podemos agregar que San Francisco Borgia acostumbraba hacer por lo menos siete visitas al Santísimo Sacramento a diario. Santa María Magdalena de Pazzi estaba haciendo trienta y tres visitas diarias, durante un período de su vida. Beata María Fortunata Viti, humilde monja Benedictina de nuestros tiempos, acostumbraba a hacer lo mismo. Beata Agueda de la Cruz, terciaria Dominicana, consiguió hacer cien visitas diarias, yendo desde su residencia hasta la Iglesia. ¿Finalmente, que podríamos decir de Alejandra de Costa, quien, enferma y en cama por muchos años, continuamente estaba haciendo vuelos en su corazón para visitar todos los Santos Tabernáculos en el mundo? Quizá todos estos ejemplos nos asombren y nos parezcan excepcionales, aún entre los Santos. Pero no es ese el caso. Las visitas al Santísimo Sacramento son actos de Fe y Amor. Quien tiene la Fe y Amor mas grandes, sienten más fuertemente la necesidad de estar con Jesús. ¿Y por qué fué que los Santos vivían, sino por Fe y Amor? Un día, un catequista de muchos recursos dijo a sus jóvenes estudiantes: "Si un angel viniera a ustedes desde el Cielo y les dijera: ¿'Jesús está en persona en tal o cual casa y los esta esperando,' no dejarían inmediatamente todo a fin de poder acudir a El? Interrumpirían cualquier diversión o cualquier cosa en que estuvieran ocupados; se considerarían ustedes afortunados de poder hacer un pequeño sacrificio con tal de ir y estar con Jesús. Pues estén seguros, y no lo olviden, que Jesús está en el Tabernáculo, y El está siempre esperando a que ustedes vayan, porque El quiere tenerles cerca, y desea enriquecerlos grandemente con Sus Gracias." ¿Cuán grandemente, cuán altamente han valuado los Santos la Presencia Física y Personal de Jesús en el Tabernáculo, y el deseo de Jesús de tenernos cerca a El? Tan grandemente, tan altamente, que hizo a San Francisco de Sales decir: "Debemos de visitar a Jesús en el Santísimo Sacramento, cien mil veces al día." Aprendamos de los Santos a amar nuestras visitas a Jesús en la Eucaristía. Hagamos esas visitas. Consumémonos con El, hablándole afectuosamente acerca de lo que hay en nuestro corazón. El nos mirará tiernamente y nos atraerá a Su Corazón. "Cuando hablamos a Jesús con simplicidad y con todo nuestro corazón,- dice el Santo Cura de Ars,- El hace lo que una madre quien toma en sus manos la cabeza de su hijito y la cubre de besos y de caricias." Si no sabemos hacer visitas al Tabernáculo que incluyan conversaciones de corazón a corazón, deberíamos obtener el hermoso, inigualable librito de San Alfonso intitulado "Visitas al Santísimo Sacramento y a la Santísima Virgen María." Algo inolvidable era la manera como el Padre Pio de Pietrelcina, acostumbraba todas las tardes leer, convoz entrecortada, una de las "Visitas" de San Alfonso, durante la Exposicion del Santísimo Sacramento, poco antes de la Bendición Eucarística. Comencemos ahora, y seamos fieles en hacer cuando menos una visita diaria a Nuestro Señor, Quién está tiernamente esperándonos. Luego tratemos de aumentar esas visitas de acuerdo a nuestra habilidad, Y si no tenemos tiempo para hacer visias largas, hagamos 'paradas', es decir, entremos a la Iglesia siempre que podamos, y arrodillémonos por unos momentos ante el Santísimo Sacramento, diciéndole afectuosamente: "Jesús, Tú estas aquí. Te adoro, Te amo; Ven a mi corazón." Esto es algo simple y corto, pero, Oh, qué ventajoso! Recordemos siempre estas consoladoras palabras de San Alfonso: "Pueden estar seguros que, de todos los momentos de su vida, el tiempo que se pasan frente al Sacramento Divino será el que les proporcione mas fortaleza durante la vida y mayor consuelo a la hora de su muerte y durante la eternidad."
¡JESUS, YO TE ADORO!
Cuando hay amor verdadero, hasta a cierto punto, hay adoración. Gran amor y adoración, son dos cosas distintas; pero forman una sola. Se convierten en Amor adorador, y amante Adoración. Jesús en el Tabernáculo es adorado solamente por aquellos que verdaderamente Le aman, y es amado de la manera más alto por quien Lo adora. Los Santos, estando bien avanzados en la práctica del Amor, eran fieles y ardientes adoradores de Jesús en el Santísimo Sacramento. Importantemente, la Adoración Eucarística ha sido siempre considerada como la más cercana semejanza que tenemos a la adoración eterna que hará nuestro paraíso completo. La diferencia estriba únicamente en el velo que esconde la visión de esa Divina Realidad de que la Fe nos da certeza inalterable. La adoración del Santísimo Sacramento ha sido la devoción ferviente de los Santos. Su adoración duraba horas y horas, algunas veces días enteros, o noches. Ahí, "a los pies de Jesús" como María en Betania (Luc. 10:39), haciéndole compañía íntima y afectuosa, absortos en Su contemplación, le entregaron sus corazones en una oferta pura y fragante de adorante amor. Escuchen lo que el Hermano Carlos de Foucald escribío frente al Tabernáculo: "¡Qué delicia tan tremenda, Dios Mío! Poder pasar quince horas sin nada que hacer, mas que mirarte y decirte, ¡'Señor, yo Te amo!' ¡Oh, qué dulce delicia!" Todos los Santos han sido ardientes adoradores de la Sagrada Eucaristía, desde los grandes Doctores de la Iglesia como Santo Tomás de Aquino y San Buenaventura, hasta los Papas como San Pío V y San Pio X; sacerdotes como el Santo Cura de Ars y San Pedro Julián Eymard, hasta las almas humildes como Santa Rita, San Pascual Baylon, Santa Bernardete Soubirous, San Gerardo, Santo Domingo Savio y Santa Gemma Galgani. Estos escogidos, cuyo amor fué verdadero, no contaban las horas de adoración afectuosa que pasaban día y noche frente a Jesús en el Tabernáculo. Consideren como San Francisco de Asís pasaba tanto tiempo, a veces noches enteras, ante el Altar, y permanecía ahí tan devota y humildemente que conmovía hondamente a cualquiera que se detenía a mirarle. Consideren cómo San Benedicto Labre, a quien se llamaba "el Pobre Hombre de las Cuarenta Horas", se pasaba días en las Iglesias en que el Santísimo Sacramento estaba espuesto solemnemente. Por años y años, este Santo fué visto en Roma haciendo peregrinaciones de Iglesia a Iglesia donde se observaban las Cuarenta Horas, y permaneciendo ahí frente a Jesús, siempre de rodillas absorto en oración de adoración, inmóbil por ocho horas, aun cuando sus amigos, los insectos, se le subian y le picaban por todo el cuerpo. Cuando alguien quizo hacer una pintura de San Luis Gonzaga, hubo una discusión a cerca de qué postura darle. La decisión que se tomó, fué que se pintara al Santo en adoración frente al Altar ya que la adoración Eucaristica era característica suya, la que más expresaba Su Santidad. La favorita del Sagrado Corazón, Santa Margarita María Alacoque, un Jueves Santo se pasó catorce horas sin interrupción, postrada en adoración. Santa Francisca Xavier Cabrini, en una fiesta del Sagrado Corazón, permaneció en continua adoración por doce horas seguidas. Estuvo tan absorta y atenta a Nuestro Señor en la Eucaristía, que cuando una Hermana le preguntó si le había gustado el arreglo de flores y cortinaje que adorno el altar, ella contestó: "¡No lo noté! Yo sólo vi una Flor, Jesús; ninguna otra." Después de visitar la Catedral en Milán, San Francisco de Sales oyó que alguien le preguntaba: ¿"Su Excelencia, se fijo en la riqueza de marmol que hay ahí, y qué majestuosidad en las lineas?" El Santo Obispo le contestó: ¿"Qué quieres que te diga? La presencia de Jesús en el Tabernáculo me absorbe tanto el espíritu, que toda la bella arquitectura se me escapa a los sentidos." ¡Que lección se nos da en esta respuesta a nosotros quienes sin pensar en ello, visitamos Iglesias Famosas sólo como si fueran museos! Recogimiento Máximo. Como un ejemplo del espíritu de recogimiento durante la Adoración Eucarística, el Beato Contardo Ferrini, profesor de la Universidad de Modena, tuvo una experiencia tajante. Un día luego de entrar a una Iglesia a visitar a Nuestro Señor, estuvo tan absorto en adoración con los ojos fijos en el Tabernáculo, que no sintió cuando alguien le robó la capa que llevaba sobre sus hombros. "Ni siquiera una centella podría distraerla," se decía de Santa María Magdalena Postel, pues se veía ella tan recogida y devota cuando adoraba al Santísimo Sacramento. En contraste, una vez durante la adoración, Santa Catarina de Siena alzó la vista hacia una persona que pasaba. Por esta distracción de un instante, la Santa se afligió tanto que lloró por un tiempo mientras exclamaba: "¡Soy una pecadora! ¡Soy una pecadora!" ¿Cómo es que a nosotros no nos da pena nuestro comportamiento en la Iglesia? Aún frente a Nuestro Señor solemnemente expuesto, con qué facilidad volteamos a la derecha y a la izquierda, y nos distraemos con la menor trivialidad, sin (y esto es lo triste), sin sentir ningún arrepentimiento. ¡Ah! ¡Ese amor tan delicado y sensitivo de los Santos! Santa Teresa enseñaba que "en la presencia de Jesús en el Santísimo Sacramento, deberíamos ser como los Bienaventurados en el Cielo ante la Divina Escencia." Esa es la manera como los Santos se han comportado en la Iglesia. El Santo Cura de Ars acostumbraba a adorar a Jesús en el Santísimo Sacramento con tal fervor y recogimiento, que la gente se convencía de que en verdad el veía a Jesús en persona, con sus propios ojos. La gente decía lo mismo de San Vicente de Paul: "El puede mirar a Jesús ahí, en el Tabernáculo." Y también decían lo mismo de San Pedro Julían Eymard, el inigualable apóstol de Adoración Eucarística. El Padre Pio de Pietrelcina, buscando imitarlo, se enroló en su sociedad de sacerdotes-adoradores, y por cuarenta años conservó una pequeña imagen de San Eymard sobre su escritorio. Aún después de la Muerte. Es digno de hacerse notar que el Señor, parece que ha favorecido a ciertos Santos de una manera singular, haciendolos capaces de hacer, después de muertos, un acto de Adoración al Santísimo Sacramento. Así, cuando Santa Catarina de Bologna fué colocada frente al Santísimo Sacramento algunos días después de su muerte, su cuerpo se enderezó en una postura de adoración. Durante la Misa Fúnebre de San Pascual Baylon, sus ojos se abrieron dos veces- a la elevación de la Hostia, y a la elevación del Caliz- para expresar su adoración a la Eucaristía. Cuando el Beato Mateo de Girgenti fué traído a la Iglesia para su Misa de Funeral, sus manos se juntaron en adoración hacia la Eucaristía. En Ravello, el cuerpo del Beato Buenaventura de Potenza, al ser llevado frente la altar del Santísimo Sacramento, hizo una devota inclinación de cabeza hacia Jesús en el Tabernáculo. Realmente es verdad que "El Amor es más fuerte que la muerte" (Cant. 8:6), y que "El que coma este Cuerpo, vivirá eternamente" (Juan 6:59). La Eucaristía es Jesús, nuestro Amor. La Eucaristía es Jesús, nuestra Vida. La adoración del Santísimo Sacramento es amor celestial que nos aviva y nos hace uno con Jesús - Víctima, Quien incesantemente intercede por nosotros" (Heb. 7:25). Deberíamos estar concientes de que uno que adora, se hace uno con Jesús en la Hostia, al tiempo que Jesús intercede ante el Padre por la salvación de los hermanos. La caridad más grande hacia todos los hombres, es el obtener para ellos el Reino de los Cielos. Y solamente en el Paraíso podremos ver cuantas almas han sido arrebatadas de las puertas del infierno por medio de la adoración Eucarística hecha en reparación por las personas santas, conocidas y desconocidas. No debemos de olvidar que en Fátima, el Angel enseñó personalmente a los tres pastorcitos la hermosa oración Eucarística de Reparación, la cual deberiamos de aprender: "Oh Santisima Trinidad, Padre, Hijo y Espiritu Santo, te adoro profundamente. Yo te ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, alma y Divinidad de Jesucristo, Presente en todos los Tabernáculos del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que se le ofende. Y por los méritos infinitos de Su Sacratísimo Corazón, y por el Corazón Inmaculado de María, yo to suplico por la conversión de los pecadores." La Adoración Eucarística es un éxtasis de amor, y es la práctica salvadora más poderosa en el apostolado por la salvación de las almas. Por esta razón, San Maximiliano Kolbe, el gran apostol de María, antes de proveer las celdas para sus frailes en cada una de sus fundaciones, quizo que se edificara la Capilla, con el fin de introducir inmediatamente la adoración perpetua del Santísimo Sacramento expuesto. Una vez, al conducir a un visitante por su "Ciudad de la Virgen Inmaculada" en Polonia, al entrar a la gran "Capilla de Adoracíon", dijo, indicando hacia el Santísimo Sacramento: "Toda nuestra vida depende en esto." La mejor parte. El Fraile estigmatizado de Gargano, a quien acudían las muchedumbres de todas partes, Padre Pio de Pietrelcina, después de su gran tarea diaria en el Confesionario, acostumbraba a pasar casi todo el resto del día y de la noche en adoracíon ante el Tabernáculo, haciéndole compañía con Nuestra Señora, recitando cientos de Rosarios. Una vez, el Obispo de Manfredonia, Monseñor Cesarano, escogió el Convento de Padre Pio para hacer un retiro de ocho días. Cada noche, el obispo se levantaba a varias horas para ir a la Capilla, y cada noche, a todas estas horas, siempre encontró al Padre Pio en adoracíon. El gran apostol de Gargano estaba haciendo sin ser visto- su trabajo por todo el mundo,- y algunas veces era visto, en casos de bilocación- al mismo tiempo que permanecía ahí, postrado ante Jesús, con su Rosario entre sus manos. El acostumbraba a decir a sus hijos espirituales: "Cuando quieran encontrarme, vengan junto al Tabernáculo." Don Santiago Alberione, otro gran apostol de nuestro tiempo, proveía expresamente como base de su vasto proyecto Apostolado de la Prensa, "Societa Apostolata Stampa"- adoración de la Sagrada Eucaristía para las Hermanas en su Congregacion de discípulos Piadosos del Divino Maestro, quienes tenían la vocacíon única y específica de adorar a Nuestro Señor solemnemente expuesto día y noche en la Sagrada Eucaristía. La Adoración Eucarística es verdaderamente la "mejor parte" de la cual habló Jesús cuando regañaba a Marta por afanarse con "tanta cosa" secundaria, descuidando la "una sola cosa es necesaris" escogida por María, y la cual era humilde y afectuosa adoración (Luc. 10:41-42). ¿Cuál debería ser entonces el amor y celo que debieramos tener por la Adoracíon Eucaristica? Es por Jesús que "todos las cosas subsisten" (Col. 1:17); entonces, el ir a El, el estar a Su lado, el unirnos con El, significa encontrar, ganar, poseer eso por medio de lo cual existimos nosotros y el Universo entero. "Sólo Jesús es todo; cualquier otra cosa es nada," decía Santa Teresa de Lisieux. Renunciemos entonces lo que es nada, por causa de Quien es Todo. Evidentemente que esto era el pensamiento del Padre Pio de Pietrelcina cuando escribió: "Mil años de gozar la gloria humana no vale tanto como pasar una hora en dulce comuníon con Jesús en el Santísimo Sacramento." ¡Qué buena razón tenemos de envidiar a los Angeles, igual que los Santos lo han hecho, porque los Angeles permanecen sin cesar estacionados alrededor de los Tabernáculos!
AMOR POR LA CASA DE JESUS.
La Presencia Real de nuestro Divino Señor en nuestros Tabernáculos, ha sido siempre algo inmensamente reverenciado y respetado por los Santos. Su cuidado amoroso, tan sencillo y puro por las "cosas que pertenecen al Señor" (1 Cor. 7:32), ha sido una de las indicaciones obvias de su gran amor que no escatima nada, que considera todo de gran importancia, aun la simple cuestión de las ceremonias prescritas por las cuales Santa Teresa y San Alfonso se declaraban listos a sacrificar hasta sus vidas. Santidad y Decoro. Y es de los Santos que debemos aprender a amar a Jesús, rodeando con afectuoso cuidado los Tabernáculos Santos, los altares y las Iglesias, "Su lugar donde habita" (Mar. 11:17). Todo debe expresar decoro, todo debe inspirar devoción y adoración, aun en las cosas pequeñas y aún en los detalles más insignificantes. Nada será nunca bastante cuando se refiere a amar y honrar al "Rey de la Gloria" (Sal. 23:10). Uno piensa de algunas pácticas antiguas, por ejemplo, aun la que requería que se usara agua perfumada para la ablución de los dedos del sacerdote durante la Misa. Más aún, Jesús decidió instituír el Sacramento de Amor en un lugar respetable, hermoso, a saber, el Cenáculo, el cual era una salón comedor grande, amueblado y alfombrado (Luc. 22:12). Los Santos han mostrado siempre un sincero celo y dedicación en procurar la belleza y el orden en la Casa de Dios. Por ejemplo, durante sus viajes apostólicos, San Francisco de Asis acostumbraba a llevar consigo, o a obtener, una escoba para barrer las iglesias que encontraba sucias. Después de predicar a la gente, acostum braba a dirigirse a los cléricos del pueblo y urgirlos fervientemente a que fueran celosos por la digna apariencia de la Casa del Señor. Encargó a Santa Clara y a las Pobres Hermanas Clarisas que prepararan paños sagrados para los altares. A pesar de su pobreza, acostumbraba a mandar Ciborios, (Copones) y lienzos para el altar a las iglesias pobres y descuidadas. Aprendamos de la vida e San Juan Bautista de La Salle, que ese Santo deseaba ver siempre limpia y debidamente amueblada la Iglesia, con el altar en orden perfecto y las lámparas del Santuario ardiendo siempre. Vestimentas rotas y cálices manchados eran para él un mal de ojos congojoso. No consideraba excesivo cualquier gasto, cuando se trataba de proveer para la adoración debida a Nuestro Señor. San Wenceslao, Rey de Bohemia, ocupa un lugar prominente entre los Reyes amantes de la Eucaristía. Con sus propias manos cultivaba la tierra, sembraba la semilla, la cosechaba, la molía y cernía la harina. Luego con la harína mas pura, hacia las hostias para el Santo Sacrificio. Y Santa Radgundes, Reina de Francia, despues de haberse convertido en humilde religiosa, se sentía feliz de poder moler con sus propias manos el trigo escogido para hacer hostias para la Santa Misa, y acostumbraba a darlas gratis a las iglesias pobres. Tambien digna de hacerse notar fue Santa Vicenta Gerosa, quien se esmeraba en cuidar las viñas que suplían el vino para la Santa Misa. Ella las cultivaba y podaba con sus propias manos, sintiendo gozo al pensar que esos racimos que ella había cultivado, se convertirían en la Sangre de Jesús. ¿Que diremos de la delicada conciencia que los Santos tenían en relación al Santísimo Sacramento? Ellos tuvieron una Fé sin reserva en la Presencia Real de Nuestro Señor aún en la particula visible más pequeña de la Hostia. Con relación a esto hubiera sido suficiente haber visto como el Padre Pio de Pietrelcina se esmeraba en purificar la patena, el Caliz y los demás objetos sagrados que usaba en el altar. ¡Uno podía leer la adoración en su rostro! Una vez que Santa Teresa de Lisieux vió la pequeña partícula de una Hostia en la Patena, después de la Santa Misa, llamo a las novicias y luego llevo la Patena hasta la sacristía en procesion, con un comportamiento tan gracioso y tan lleno de adoración, que era en verdad angélico. Cuando Santa Teresa Margarita se encontró un Fragmento de Hostia en el piso cerca del altar, estalló en llanto nada más de pensar en la irreverencia que se podía haber hecho a Jesús; y se arrodilló en adoración frente a la Partícula hasta que vino el sacerdote a recogerla y ponerla en el Tabernáculo. Una vez al repartir San Carlos Borromeo la Sagrada Comunión, inadvertidamente se le cayó de las manos una Partícula Sagrada. ¡El Santo se consideró culpable de irreverencia a Jesús y se afligió tanto que por cuatro días no se atrevió a celebrar la Santa Misa, y se impuso a sí mismo como penitencia, un ayuno de ocho días! ¿Que diremos de San Francisco Xavier, quien en ocasiones, a la hora de distribuir la Sagrada Comunión se sentía invadido por un sentido de adoración hacia Nuestro Señor a quien tenía en sus manos, hasta el punto de que caía de rodillas, y en esa posicíon continuaba repartiendo la Sagrada Comunión? ¿No era eso un testimonio de Fé y amor digno del Cielo? Algo aún más hermoso, ha sido el cuidado de los Santos que eran sacerdotes, al manejar el Sagrado Sacramento. ¡Oh, cómo les hubiera gustado a ellos tener las mismas manos virginales de Nuestra Señora Inmaculada! Algo digno de notar respecto a San Conrado de Costanza, era que sus dedos índices y pulgares brillaban en la noche como señal de la Fé y el amor con que usaba esos dedos al sostener en ellos el Cuerpo Sacratisimo de Jesús. San Jose de Cupertino, Santo angélico renombrado por sus éxtasis y levitaciones, dió a conocer la forma refinada de su devoción cuando expresó el deseo de tener otro par de dedos índices y pulgares para usarlos unica y exclusivamente para sostener la Sacratisima Carne de Jesús. En algunas ocasiones, el Padre Pio de Pietrelcina levantaba con gran dificultad la Hostia Sagrada entre sus dedos, juzgando que no era digno de permitir que sus manos, (las cuales estaban marcadas con las llagas de Jesús), tuvieran contacto con la Hostia. (¿Que podremos decir de la liviandad tan dolorosa con que se atenta introducir en todas partes que se reciba la Sagrada Comunión en la mano, en lugar de la lengua? ¿En comparación con los Santos- tan humildes, tan angélicos-, no presentan estas gentes tan fácilmente la imagen de rufiances presuntuosos?) La modestia de las mujeres. Otra gran preocupación de los Santos por el decoro de la Iglesia y por la salvación de las almas, ha sido el requerimiento de modestia y descencia en las mujeres. Una estricta insistencia sobre este punto particular, es reafirmado constantemente por todos los Santos, desde el Apostol San Pablo (quien decía a la mujer que usara un velo para que su cabeza no estuviera "como si estuviera rapada'') (1 Cor. 11:5-6), hasta San Juan Crisóstomo, San Ambrosio, etc., y a través del tiempo hasta Padre Pio de Pietrelcina, quien no admitía mitad medidas, sino que insistía siempre en vestidos modestos claramente abajo de la rodilla. ¿Y cómo podría ser diferente? San Leopoldo de Castelnuovo acostumbraba a echar fuera de la Iglesia a las mujeres que venían vestidas inmodestamente, llamándolas "carne de mercardo", (carne en venta). ¿Que diría ahora que tantas mujeres estan apartándose de la modestia y la decencia aún para venir a la Iglesia? Aún en lugares sagrados se están prestando al arte diabólico de seducir a los hombres a pecar, tal y como el Espíritu Santo nos previene. (Ecle. 9:9). Pero la Justicia Divina no permitirá que esa locura y depravacíon escape su castigo. Por el contrario, dice San Pablo: "La Ira de Dios se desencadena por tales cosas" (Col. 3:6). Aquí se refiere a los pecados carnales. De igual forma nos han aconsejado siempre los Santos, con su ejemplo y con sus palabras, que sigamos la hermosa práctica de santiguarnos devotamente conagua bendita al entrar a una Iglesia, hagamos una genuflexión reverente, y sobre todo y ante todo, adoremos a Jesús en el Santísimo Sacramento, en compañía de los Angeles y los Santos que siempre están haciendo guardia alrededor del altar. Si nos detenemos a orar, necesitamos recogernos con cuidado para conservarnos atentos y devotos. Tambien es bueno que nos acerquemos lo más que podamos, (observando limítes discretos), al altar del Santísimo Sacramento; pues el Beato Juan Duns Scotus demostraba que la influencia física de la Humanidad Sacratísima de Jesús, es más intensa entre más cerca estamos a Su Cuerpo y Sangre. (Santa Gemma Galgani decía que algunas veces no podía acercarse más al altar del Santísimo Sacramento, porque el fuego del amor ardía tanto en su corazón, que quemaría la ropa sobre su pecho.) Quien miraba a San Francisco de Sales entrar a una iglesia, santiguarse, hacer genuflexiones y orar frente al Tabernáculo, se veía obligado a tomar en consideración lo que decía la gente, que "esa es la manera como lo hacen en el Cielo los Angeles y los Santos". Una vez un príncipe, en su corte de Escocia, le dijo a un amigo: "Si quieres ver como oran en el Cielo los Angeles, nada más ve a la iglesia y observa la manera como oran la Reina Margarita con sus hijos, en frente del altar." Toda la gente distraída y arrebatada, deberían seriamente reflexionar en estas palabras del Beato Luis Guanella: "Nunca debemos convertir la Iglesia en un pasillo, ni en un patio, ni en un camino, ni en una plaza pública." Y San Vicente de Paul urgía tristemente a la gente que evitaran hacer ante el Santísimo Sacramento, genuflexiones que semejaran los movimientos de los títeres. Que los ejemplos y enseñanzas de los Santos, no sean infructuosos para nosotros. En el Evangelio encontramos una breve narración que nos cuenta de un acto devoto de amor, notable por su buen gusto y encanto. Es el acto llevado a cabo por Santa María Magdalena en la casa de Betania, cuando se acerco a Jesús con "un vaso de alabastro con unguento de mucho precio, y lo derramó sobre su Cabeza" (Mat. 26:7). Para proveer nuestros Santos Tabernáculos con una presentación de buen gusto y encanto, es una tarea que hemos encomendado a esas criaturas fragantes y atractivas como son las flores. En el uso de ellas, los Santos no han querido ocupar un segundo lugar. Cuando el Arzobispo de Turín decidío un día llegar a hacer una visita a la Iglesia de la Casita de la Providencia, la encontró tan hermosa, con el altar adornado y fragante con flores, que preguntó a San Jose Cottolengo: "¿Qué fiesta están celebrando hoy?" El Santo le respondió: "Ahora no tenemos fiesta; pero aquí en la Iglesia, siempre es día de fiesta." San Francisco de Jerome tenía la tarea de cultivar flores para el altar del Santísimo Sacramento, y algunas veces las hizo crecer milagrosamente, a fin de que Jesús no se fuera a quedar sin flores. "¡Una Flor para Jesús", que costumbre tan hermosa! No nos olvidemos de practicar este gesto tan gracioso de amor por Jesús. Puede que incurramos en un pequeno gasto semanal, pero Jesús lo pagará "centuplicado", y nuestras flores sobre el altar, expresarán por su belleza y fragancia, nuestra presencia de amor al lado de Jesús. Como un punto mayor de interés a este respecto, San Agustín nos cuenta de una costumbre piadosa de sus días. Despues de la Santa Misa, había una buena competencia entre los fieles para obtener flores que se habían usado sobre el altar. Se las llevaban a sus casas y las conservaban como reliquias, pues habían estado en el altar junta a Jesús, durante Su Sacrificio Divino. Igualmente, Santa Juana Francisca de Chantal, era muy diligente en cuanto a traer siempre flores frescas para Jesús; y tan pronto como se empezaban a marchitar las que estaban junto al Tabernaculó, se las llevaba a su celda y las ponía al pie de su crucifijo. ¡Ah, de cuanto amor eran testigos esas practicas! Aprendamos e imitemos los ejemplos de los Santos.

CAPITULO 5 EL QUE NOS DA A JESUS
El Sacerdote es "el Hombre de Dios" (2 Tim. 3:17).
• EI que nos da a Jesús.
¿Quién es el que prepara para nosotros la Sagrada Eucaristía y nos da a Nuestro Señor? Es el sacerdote. Si no hubiera sacerdotes, no hubiera el Santo Sacrificio de la Misa, ni Comunión, ni la Presencia Real de Jesús en el Tabernáculo. ¿Y quién es el sacerdote? Es "el hombre de Dios" (2 Tim. 3:17). Es únicamente Dios quien lo escoge y lo llama de entre los hombres para una vocación muy especial. "Su vocación viene de Dios, igual que le vino la vocación a Aarón; nadie puede tomar este privilegio por sí mismo" (Heb. 5:4). Dios lo toma aparte de todos los demás; él es "escogido para predicar el Evangelio de Dios" (Rom. 1:1). Dios lo distingue con un caracter sagrado que dura para siempre, haciéndolo un "sacerdote para siempre" (Heb. 5:6), y otorgándole los poderes sobrenaturales del sacerdocio ministerial de modo que él es consagrado exclusivamente para las cosas de Dios. El sacerdote, siendo "tomado de entre los hombres, es ordenado para los hombres en las cosas que pertenecen a Dios, para que ofrezca dones y sacrificios por los pecados" (Heb. 5:1). Pobreza, Caridad y Obediencia. Por esta ordenación, el sacerdote es consagrado en alma y cuerpo. Se convierte en algo completamente sagrado, semejante al Sacerdote Divino, Jesús. Por consiguiente, el sacerdote es una verdadera extensión de Jesús, compartiendo la vocación y misión de Jesús. El llena el papel de Jesús en los trabajos más importantes de la redención universal; es decir, adoración divina y la proclamación del Evangelio. Está llamado a reproducir completamente en su propia vida, la vida de Jesús,- la vida del Uno quien era virgen, del Uno el quien era pobre, del Uno quien fué crucificado. Es por el hecho de hacerse como Jesús, que el es el "ministro de Cristo Jesús entre los Gentiles" (Rom. 15:16), "guía e instructor de las almas" (Mat. 28:20). San Gregorio de Nyassa escribió: "Uno que ayer era del pueblo, se convierte en su amo, su superior, un maestro de cosas sagradas y guía en los sagrados misterios." Esto sucede por trabajo y obra del Espíritu Santo; pues "no es un hombre, ni un ángel, ni un arcángel, ni ningún poder creado, sino el Espíritu Santo quien confiere el sacerdocio a una persona" (San Juan Crisostomo). El Espíritu Santo convierte el alma del sacerdote en la imagen de Jesús; otorga al sacerdote el poder de llenar el papel de Jesús de tal modo que "el sacerdote en el altar, ocupa la parte personal de Jesús'' (San Cipriano), y "se hace cargo de todo lo de Dios'' (San Juan Crisostomo). Quién se asombrará pues si la dignidad sacerdotal es declarada "celestial" (Casiano); "divina" (San Dionisio), "infinita" (San Efren) algo "amorosamente venerada por los angeles" (San Gregorio Naciaceno); tan grande que "cuando el sacerdote conduce el Sacrificio Divino, los angeles se estacionan a su alrededor, y en coro, cantan un himno de alabanza en honor de la Víctima Quien es Sacrificada" (San Juan Crisóstomo). ¡Y esto sucede en cada Misa! Respeto y Veneración.
Sabemos que San Francisco de Asís no quizo ser sacerdote porque se consideraba indigno de tan sublime vocacíon. El honraba a los sacerdotes con una devoción especial, considerandolos como sus "señores", porque en ellos veía únicamente "al Hijo de Dios". Su amor por la Eucaristía onvergía con su amor por el sacerdote quien consagra y administra el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Tenia una veneración especial por las manos del sacerdote, las que acostumbraba siempre besar de rodillas, y con mucha devoción. Aun más, acostumbraba hasta besar los pies del sacerdote y las huellas que uno había dejado al caminar. Siempre ha existido en la Iglesia la veneración de las manos consagradas del sacerdote, las que son besadas con reverencia por los fieles. Debe hacerse notar que durante la persecusión de los primeros siglos, un ultraje particular para los obispos y sacerdotes, consistía en cortarles las manos para que ya no pudieran llevar a cabo la consagracíon ni dar bendiciones. Los Cristianos acostumbraban a ir en busca de esas manos amputadas para guardarlas como reliquias, preservándolas en bálsamos y especies. El besar las manos del sacerdote es una expresión delicada de fé y amor por Jesús, a quien el sacerdote representa. Entre más Fé y amor hay entre la gente, más se venturarán a arrodillarse ante el sacerdote y a besar esas "manos santas y venerables" (Canon Romano), en las que amorosamente Jesús se hace presente a diario. "¡Oh, la dignidad venerable del sacerdote", exclamaba San Agustín, "en cuyas manos se encarna el Hijo de Dios, igual que se encarnó en el Vientre de la Virgen!" El Santo Cura de Ars decía: "Ponemos un gran valor a objetos que se transmiten de generación en generación y que se conservan en Loretto, tales como el tazón sopero de la Virgen Santa y el del Niño Jesús. Pero los dedos del sacerdote que han tocado el Cuerpo adorable de Jesucristo, que se han puesto dentro del Cáliz donde estaba Su Sangre y en el Ciborio donde estaba su Cuerpo - ¿no puede ser que esos dedos sean más preciosos?" Quizá nunca antes pensamos en ello, pero en realidad es así. Ejemplos de los Santos confirman esta respuesta. Durante un éxtasis, la Venerable Catarina Vannini vio a los Angeles apostarse alrededor de las manos del sacerdote durante la Misa, y sostenérse las durante la elevación de la Hostia y el Cáliz. ¡Ya nos podemos imaginar la reverencia y afecto con que esta Venerable sierva de Dios acostumbraba a besar esas manos! La Reina Santa Eduviges asistía todas las mañanas a todas la Misas que se celebraban en la Capilla de la Corte, mostrando gratitud y reverencia hacia los sacerdotes que celebraban la Santa Misa. Tenía por costumbre ofrecerles hospitalidad, besar devotamente sus manos, asegurarse de que fueran alimentados y a que se les mostrara todo honor. Exclamaba mostrando un gran sentimiento: "¡Que Dios bendiga a quien hizo que Jesús bajara del Cielo y me Lo dió!" San Pascual Baylon era portero en un Monasterio. Cada vez que llegaba un sacerdote, el Santo Hermano laico se arrodillaba y besaba sus dos manos reverentemente. La gente decía de el, como decían de San Francisco, que el tenia devoción por las manos consagradas de los sacerdotes. El juzgaba que esas manos tenían poder para alejar los males y para conseguir bendiciones a quien las trataba con veneración, puesto que son las manos de que Jesús hace uso. ¿Y no era edificante el ver como el Padre Pio de Pietrelcina deseaba besar afectuosamente las manos de los sacerdotes, al grado que en ocasiónes las tomaba sorpresivamente y sin que se lo esperaron, las besaba? Tambien estamos impresionados por el ejemplo de otro Siervo de Dios, el sacerdote Don Dolindo Ruotolo, quien no admitía que ningún sacerdote rehusara la "caridad" de permitir alguien el besar sus manos. Sabemos que Dios ha premiado a menudo este acto de veneración por medio de milagros. Leemos en la vida de San Ambrosio, que un dia después de haber celebrado Misa, se le acercó al Santo una mujer que sufria paralisis y deseaba besar sus manos. La mujer tenia gran confianza en esas manos que habian consagrado la Eucaristia; e inmediatamente quedó curada. Igualmente en Benevento, una mujer que había sufrido de parálisis por quince años, pidió al Papa Leon IX le permitiera beber el agua que el había usado durante la Santa Misa para lavar sus dedos. El Santo Pontífice le concedió lo que pedía con tanta humildad, como aquella mujer de Canaán quien pidió a Jesús "Las migajas que caen de la mesa de sus señores" (Mat. 15:27). Y ella también fué curada instantáneamente. La Fe de los Santos era algo verdaderamente grandioso y que producía resultados. Ellos vivían por la Fe (Rom. 1:17), y se conducían por medio de una Fe y un amor que no permitía reserva cuando trataban con Jesús. Para ellos, el sacerdote representaba ni más ni menos que a Jesús. "En los sacerdotes yo veo al Hijo de Dios," decía San Francisco de Asís. El Santo Cura de Ars remarcó en un sermón: "Cada vez que veo un sacerdote, pienso en Jesús." Cuando Santa María Magdalena de Pazzi hablaba de un sacerdote, acostumbraba a referirse a él como a "este Jesús". Por motivo de esta misma estimación, Santa Catarina de Siena acostumbraba a besar el piso por donde un sacerdote había pasado. Un día, Santa Verónica Giuliani vío que un sacerdote subía las escaleras del monasterio para llevar la Sagrada Comunión a los enfermos, y se arrodilló al pie de las escaleras, y entonces así, de rodillas, subió los escalones besando cada uno y humedeciéndolo con las lágrimas que su amor produjo. ¡Qué ejemplos de amor! El Santo Cura de Ars solía decir: "Si yo me encontrara a un sacerdote y a un angel, le mostraría respeto primero al sacerdote, y después al angel ... Si no fuera por el sacerdote, la Pasión y Muerte de Jesús no nos ayudaría ... ¿Qué de bueno fuera un cofre lleno de oro si no hubiera alguien que lo abriera? El sacerdote tiene las llaves para los tesoros celestiales." ¿Quién hace que Jesús venga en las blancas Hostias? ¿Quién pone a Jesús en nuestros Tabernáculos? ¿Quién da Jesús a nuestras almas? ¿Quién purifica nuestros corazones para que podamos recibir a Jesús? Es el sacerdote y nadie más que el sacerdote. El es "el que sirve el Tabernáculo" (Heb. 13:10), quien tiene el "ministerio de la reconciliación" (2 Cor. 5:18), "quien es para ustedes un ministro de Jesucristo" (Col. 1:7), y distribuidores "de los misterios de Dios" (1 Cor. 4:1). ¡Oh, cuantas instancias se podrían reportar acerca de sacerdotes heróicos que se sacrificaron y se sacrifican para poder dar a Jesús sus rebaños! Aquí reportamos uno entre muchos casos. Hace algunos años en una parroquia de Bretaña, un viejo pastor se encontraba en su lecho de muerte. Así mismo, uno de sus feligreces se acercaba a la misma hora al final de sus días; un parroquiano de aquéllos que se habían apartado de Dios y de la Iglesia. El Pastor se sentía apesadumbrado porque no podía levantarse para ir a verlo; por tal motivo, mandó a su sacerdote asistente a que lo fuera a ver, recomendándole que recordara al moribundo que en una ocasión había prometido que no moriría sin los Sacramentos. Al escuchar esto el feligres, se disculpó con estas palabras: "Yo le prometí eso al Pastor, no a tí." El asistente del Pastor tuvo que dejar al moribundo y fué a reportar esa respuesta a su Pastor. El Cura no se intimidó, y aunque comprendía que él mismo no tenía más que unas pocas horas de vida, se las arregló para que lo llevaran a la casa del pecador. Fué introducido a la casa, tuvo éxito y escuchó la confesión del moribundo, y le administró a Nuestro Señor en la Sagrada Comunión. Luego le dijo: "¡Que tengas buen viaje hasta que nos encontremos en el Paraíso!" El valeroso Pastor fué llevado de regreso a su Rectoria en una camilla. Al llegar, el sudario que llevaba sobre él fué levantado, mas el sacerdote no se movió. Había muerto. Tengamos al sacerdote en veneración y estémos le agradecidos porque nos trae a Nuestro Señor. Sobre todo, oremos por el cumplimiento de esta misión privilegiada, la cual es la misión de Jesús: "Como Mi Padre Me envió, así Yo os envío" (Juan 20:21). Es una misión divina que abruma la mente, cuando uno piensa profundamente en el amor que la inspira. El sacerdote es "asemejado al Hijo de Dios" (Heb. 7:3), y el Santo Cura de Ars solía decir que "únicamente en el Cielo podremos medir la grandeza de esto. Si lo pudiéramos apreciar aquí en la tierra, moriríamos; no de terror, sino de amor ... Después de Dios, el sacerdote lo es todo." Mas esta sublime grandiosidad trae consigo una responsabilidad enorme, la que pesa sobremanera en la pobre naturaleza humana del sacerdote, una naturaleza humana totalmente idéntica a la de cualquier otro hombre. "El sacerdote," dice San Bernardo, "por naturaleza es como todos los demás hombres; en dignidad sobrepasa a todos los demás hombres sobre la tierra; por su conducta se debería comparar con los angeles." Un llamado divino, una misión sublime, una vida angelica, clase privílegiada ... ¡qué peso tan inmenso, y todo sobre los pobres hombros mortales! "El sacerdocio es una cruz y un martirio", era una buena descripción dada por ese excelente sacerdote y Siervo de Dios, Don Eduardo Poppe. Consideren qué peso de responsabilidad por la salvación de las almas es el que descansa sobre el sacerdote. Su tarea es la de traer la Fe a los incrédulos, convertir a los pecadores, a los tibios inspirarles fervor, a los buenos estimularlos para que sean mejores, hacer que la gente santa camine por los niveles más elevados. ¿Ahora bien, como puede él hacer todo ésto a menos que mantenga una unión verdadera, una identificación con Jesús? Por eso es que el Padre Pio de Pietrelcina solía decir: "El sacerdote es o un santo, o un demonio." Mueve a las almas ya sea a la santidad, o a la ruina. Qué ruina tan incalculable no trae el sacerdote que profana su vocación por medio de una conducta indigna, o el que se ventura a pisotearla al renunciar su estado de alguien consagrado y escogido por el Señor. (Juan 15:16) En los procesos canonícos para la canonización de San Juan Vianney, está escrito que el Santo Cura derramó muchas lágrimas "al pensar en la ruina de los sacerdotes que no corresponden a la santidad de su vocación." Padre Pio de Pietrelcina describió visiones que dejan el corazón lacerante, de los terribles dolores que Jesús sufre por la culpabilidad de vileza de los sacerdotes infieles. Sabemos que Santa Teresa de Lisieux, la angélica Monja Carmelita, poco antes de morir hizo su última Sagrada Comunión por esta intención sublime ... la de obtener el regreso de un sacerdote descarriado que había renunciado a su vocación. Y sabemos que este sacerdote murió arrepentido, invocando a Jesús. Sabemos que no son raras las almas, especialmente almas virginales, las que se han ofrecido voluntariamente como víctimas para ser sacrificadas a Dios por los sacerdotes. Estas almas son favorecidas por Jesús de una manera muy singular. Pero ofrezcamos también oraciones y sacrificios por los sacerdotes, por los que están en peligro y por los que estan más firmes y seguros, por los que se descarrían y por los que avanzan en perfección. Y en particular, cada vez que veamos a un sacerdote en el altar, hagamos oración tambíen a Nuestra Señora, en las palabras del Venerable Carlos Giacinto: "Oh querida Señora, presta Tu corazón a este sacerdote a fin de que pueda celebrar dignamente la Misa." Mejor aún, pidamos más bien porque todos los sacerdotes sean capaces de imitar a San Cayetano, quien acostumbraba a prepararse para la celebración de la Santa Misa uniéndose tanto a la Santisima Virgen María, que se decía de él: "Celebra la Misa como si fuera Ella." Y en verdad, igual que Nuestra Señora recibió a Jesús en Sus brazos en Belén, similarmente el sacerdote recibe a Jesús en sus manos en la Santa Misa. Como Nuestra Señora ofreció a Jesús como la Víctima sobre el Calvario, similarmente el sacerdote ofrece al Cordero Divino que se sacrifica en el altar. Como Nuestra Señora dió Jesús a la humanidad, similarmente el sacerdote nos da Jesús en la Sagrada Comunión. De ese modo San Buenaventura declara que "todo sacerdote en el altar debiera ser identificado con Nuestra Señora; porque, puesto que fué por medio de Ella que este Sacratísimo Cuerpo nos ha sido dado, así por las manos del Sacerdote debe ser ofrecido." Y San Francisco de Asís dijo que Nuestra Señora representa el espejo de la santidad para todos los sacerdotes, dada la cercana aproximación que hay entre la Encarnación del Verbo en el vientre de María y la consagración de la Eucaristía en las manos del sacerdote.

CAPITULO 6 EL PAN QUE NOS DA NUESTRA MADRE CELESTIAL.
"María, de quien nació Jesús." (Mat. 1:16)
La Sagrada Eucaristía es el Pan que viene de Nuestra Madre Celestial. Es pan producido por María de la harina de Su carne inmaculada, amasado con Su leche virginal. San Agustín escribió: "Jesús tomó Su Carne de la carne de María." Sabemos también que unido a la Divididad en la Eucaristía, está el Cuerpo y la Sangre de Jesús, tomados del cuerpo y sangre de la Virgen Santa. Por consiguiente, en toda Comunión que recibimos, sería muy correcto y algo muy hermoso, que tuviéramos conciencia de la presencia dulce y misteriosa de Nuestra Santa Madre, unida inseparablemente con Jesús en la Hostia. Jesús es siempre el Hijo que Ella adora. El es Carne de Su carne y Sangre de Su sangre. Si Adan pudo llamar a Eva al ser ella sacada de su costilla: "hueso de mis huesos y carne de mi carne" (Gen. 2:23), no puede la Virgen María aun con mayor derecho llamar a Jesús "¿Carne de mi carne y Sangre de mi sangre"? Tomado de la "Virgen intacta" como dice Santo Tomas Aquino, la Carne de Jesús es la carne maternal de María; la Sangre de Jesús es la sangre maternal de María. Asi pues, no sera nunca posible el separar a Jesús de María. Por esta razón, en toda Santa Misa que se celebra, la Virgen Santa puede en verdad repetir a Jesús, en la Hostia y en el Caliz: "Tú eres mi hijo, Yo te he engendrado este día" (Sal. 2:7). Y San Agustín nos enseña con justicia que en la Eucaristía "María extiende y perpetúa Su Maternidad Divina", mientras que San Alberto el Grande exhorta con amor: "Alma mía, si quieres experimentar intimacía con María, déjate llevar entre Sus brazos y nutrirte con Su sangre" ... Vayan con este pensamiento inefable y casto al banquete de Dios, y encontrarán en la Sangre del Hijo la nutrición de la Madre. Muchos Santos y Teólogos, (San Pedro Damián, San Bernardo, San Buenaventura, San Bernardino ...), dicen que Jesús instituyo la Eucaristía sobre todo para todos nosotros. Y de María entronces, Jesús viene a sernos dado día por día; y en Jesús está siempre la carne Inmaculada y la sangre Virginal de Su Santísima Madre, la que penetra en nuestros corazones y embriaga nuestras almas. En un éxtasis durante la celebración de la Santa Misa, San Ignacio de Loyola contempló un día la realidad revelada por esta dulcísima verdad y permaneció conmovido celestialmente por mucho tiempo. Lo que es más, si refleccionamos que Jesús, el Fruto del vientre inmaculado de María, constituye todo el amor de María, toda Su dulzura, toda Su ternura, toda Su riqueza, toda Su vida, entonces podemos ver que cuando Lo recibimos, no podemos dejar de recibirla a Ella, quien por lazos del más alto amor, tanto como por lazos de la carne y la sangre, forma con Jesús una unidad, un entero, pues Ella está siempre e inseparablemente "apoyada sobre Su Amado" (Cant. 8:5). ¿No es verdad que el amor, y sobre todo el amor divino, une y unifica? ¿Y aparte de la Unidad en el seno de la Santísima Trinidad, podemos pensar en una unidad más cercana y total que la que hay entre Jesús y la Virgen María? La pureza de María, Su virginidad, Sus modos tiernos, Su manera dulce, Su amor y aún las mismas facciones de Su rostro celestial ... todo esto lo encontramos en Jesús; pues la santísima humanidad asumida por el Verbo, es total y únicamente la humanidad de María, debido al gran misterio de la Concepción virginal obrada por el Espíritu Santo, Quien hizo a María Madre de Jesús, consagrándola al mismo tiempo como una Virgen que sería por siempre pura y gloriosa en alma y en cuerpo. Y asi "La Eucaristia", escribe San Alberto el Grande, "produce impulsos de un amor que es angélico, y tiene el poder único de poner en las almas un santo sentimiento de ternura hacia la Reina de los Angeles. Ella nos ha dado a quien es Carne de Su carne y Hueso de Sus huesos, y en la Eucaristía continua Ella dándonos este banquete dulce, virginal, celestial." Finalmente, en la generación eterna de El Verbo en el seno de la Trinidad, el Padre se da enteramente al Hijo, Quien es "Espejo del Padre", similarmente en la generación temporal del mismo verbo en el seno de la humanidad, la Madre de Dios se da totalmente al Hijo, a Su Jesús, "la Flor virginal de la Madre Virgen" (Pio XII). Y el Hijo a Su vez se da totalmente a Su Madre, haciéndose a Sí mismo similar a Ella y haciéndola a Ella "completamente como Dios" (San Pedro Damián). San Pedro Julián Eymard, aquel Santo tan totalmente devoto de la Eucaristía, declaro que aún en este mundo, después de la Ascención de Jesús al Cielo, la Virgen Santa "vivió una vida en y por el Santísimo Sacramento;" y por eso a él le gustaba llamarla "Nuestra Señora del Santísimo Sacramento." Y Padre Pio de Pietrelcina decía algunas veces a sus hijos espirituales: "¿No ven a Nuestra Señora siempre al lado del Tabernáculo?" ¿Y cómo no iba Ella a estar ahí,- Ella, quien "estaba junto a la Cruz de Jesús" en el Calvario (Juan 19:25)? Por tal motivo, en su libro de devociones San Alfonso Liguori acostumbraba siempre juntar una visita a la Santísima Virgen María con cada visita a Jesús en la Sagrada Eucaristía. Y San Maximiliano M. Kolbe solía recomendar que cuando fuéramos ante Jesús en el Santísimo Sacramento, no dejaramos de recordar la presencia de María, llamándola y asociándonos con Ella, o al menos, asegurarnos de que venga a nuestra mente Su dulce nombre. En la vida del fraile Dominico San Jacinto, leemos que una vez con el fin de evitar una profanación al Santísimo Sacramento, el Santo se apresuró al Tabernáculo para retirar el Ciborio que contenía las Sagradas Hostias para ponerlas en un lugar seguro. Cuando, apretando a Jesús en la Eucaristía contra su pecho, estaba a punto de dejar el altar, escuchó una voz que venia de la estatua de la Santísima Virgen que estaba a un lado del altar, y que le dijo: "¿Qué? ¿Te llevaras a Jesús de aquí sin llevarme a Mí?" El Santo se detuvo sorprendido. Comprendió el mensaje, pero no sabía como arreglárselas para llevarse la estatua de María también. Confundido, se acercó a la Estatua para ver si la podía sostener con su mano libre. No hubo necesidad de esforzarse mucho, pues la estatua se hizo tan livianita como una pluma. En este milagro hay una lección preciosa: Cuando tomamos a María junto con Jesús, Ella no aumenta absolutamente ningún peso o costo, pues de una manera maravillosa, ellos viven el Uno en el Otro (Juan 6:57). La respuestra que Santa Bernardette Soubirous dió, fué muy hermosa cuando alguien le planteó esta pregunta maliciosa: "¿Que te causaría más placer, el recibir la Sagrada Comunión, o el ver a nuestra Señora en la Gruta?" La Santita pensó por un minuto y luego respondió: "¡Qué pregunta tan extraña! Los dos no pueden ser separados. Jesús y María siempre van juntos." Nuestra Señora y la Eucaristía, por la naturaleza de las cosas, están unidos inseparablemente "aún hasta el fin del mundo" (Mat. 28:20). Pues María, con Su cuerpo y sangre es el "Tabernáculo Celestial de Dios." (Apoc. 21:3). Ella es la Hostia incorruptible, "santa e inmaculada" (Efe. 5:27), quien, con Su misma naturaleza reviste al Verbo de Dios hecho Hombre. San Germán se venturó a llamarla "dulce paraíso de Dios." De acuerdo a una opinión piadosa, respaldada por los éxtasis y las visiones de Santa Verónica Giuliani y especialmente por las de la Beata Magdalena Martinengo, la Santísima Virgen preserva dentro de Su pecho y por siempre a Jesús en una Hostia visible, en el Paraíso; y esto es para Ella "consuelo eterno; es una ocasión de regocijo para todos los benditos habitantes del Cielo, y en particular, es un gozo perdurable para todos los devotos del Santísimo Sacramento." Esto esta representado en la "Madonna Mediatrice Universale," que recientemente ha pintado la Madre Esperanza, y que ha sido puesta en la Capilla en Collevalenza. Es igual a la imagen que se reproducía a menundo en las Custodias (Relicarios sagrados usados para exponer la Sagrada Eucaristía para adoración) del siglo pasado, y las cuales representan a Nuestra Señora y tienen un lugar en su pecho para la cavidad visible en la cual se Coloca la Hostia consagrada. "¡Bendito es el vientre que te llevó!", gritó la mujer entre la muchedumbre (Luc. 11:27). Así en algunas de las Iglesias en Francia, el Tabernáculo estaba contenido en una estatua de Nuestra Senora de la Asuncion. El significado es bien claro: Es siempre la Santísima Virgen María quien nos da a Jesús, Quien es el Fruto Bendito de Su vientre virginal, y el Corazón de Su Corazón Inmaculado. Y por siempre continuará Ella llevando a Jesús en la Sagrada Eucaristía dentro de Su pecho para presentarlo para la gozosa contemplación de los Santos en el Cielo, a quienes aún ahora se les concede ver Su Persona Divina bajo las Especies Eucarísticas, de acuerdo a las ensenañzas del Doctor Angélico, Santo Tomás de Aquino. Es en la Eucaristía, y especialmente en la Sagrada Comunión, que nuestra unión con Nuestra Señora se convierte en una amante y completa conformidad con Ella. Recibimos Su cuidado y protección devotos junto con el Santísimo Sacramento. Sus tiernas atenciones no omiten nada al unirse Cristo a cado uno de nosotros, Sus hijos, moviéndola a que derrame sobre nuestras almas y nuestros cuerpos todo Su amor maternal. El gran San Hilario, Padre y Doctor de la Iglesia, escribío este pasaje excelente: "El mayor gozo que podemos dar a María, es el de llevar a Jesús en el Santísimo Sacramento dentro de nuestros pechos." Su unión maternal con Jesús se convierte también en una unión con cualquiera que se une a Jesús, especialmente en la Sagrada Comunión. ¿Y que puede traer más felicidad a un amante, que la unión con la persona amada? ¿Y nosotros, acaso no somos los amados hijos de la Madre Celestial? Cuando vamos ante Jesús en el altar, siempre Lo encontramos "con Su Madre María," igual que lo encontraron los Magos en Belén (Mat. 2:11). Y Jesús en la Sagrada Hostia, desde el altar a nuestros corazones, puede repetir a cada uno de nosotros lo que le dijo a San Juan Evangelista desde el altar del Calvario: "He ahí a tu Madre" (Juan 19:27). San Agustín ilustra aún mejor y hermosamente como es que María se hace nuestra y se une a cada uno de nosotros en la Sagrada Comunión. El nos dice: "El verbo es el Alimento de los ángeles. Los hombres no tenemos la fuerza para tomar por nosotros mismos ese Alimento, ni tampoco necesitamos nacerlo. Lo que necesitamos es una Madre que pueda comer este Pan supersubstancioso, lo transforme en su leche y en esta forma alimentar a sus pobres hijos. Esta Madre es María. Ella se nutre con el Verbo y lo transforma en la Humanidad Sagrada. Lo transforma en Carne y Sangre, v.g. en la leche dulcísima que llamamos la Eucaristía." Por esto, es muy naturalmente que tanto las grandes como las pequeñas Capillas Marianas, siempre adoptan devoción a la Sagrada Eucaristía, tanto que tambíen pudieran ser llamadas Capillas Eucaristícas. Lourdes, Fátima, Loretto, Pompeya, vienen a la mente, en donde las multitudes, se acercan al altar virtualmente en filas interminables para recibir el Bendito Fruto de María. No podría ser de otra manera; pues no hay otro lazo tan cercano y dulce con Nuestra Señora, como el que se logra al recibir la Sagrada Eucaristía. Jesús y María "siempre van juntos", como dijo Santa Bernardette. Recuerden tambíen que en Fátima, Nuestra Señora pidió que junto con el Santo Rosario, se recibiera sobre todo la Sagrada Comunión, en reparación por todas las ofensas y ultrajes que recibe Su Inmaculado Corazón. Ella está buscando corazones amantes que la consuelen, recibiéndola en sus hogares, igual que la recibió San Juan Evangelista (Juan 19:27). Nosotros la recibimos verdaderamente en el hogar de nuestros corazones, con la mayor hospitalidad, la hospitalidad que Ella más quiere, cada vez que invitamos Su compañía recibiendo a Jesús en la Sagrada Comunión, cuando La presentamos con Jesús vivo y verdadero, para Su gran consuelo y deleite. Necesitamos apreciar la Gracia tan grande que es el tener el cuidado y la atención completa de Nuestra Señora, con Jesús y en Jesús. ¡Ah, San Ambrosio deseaba que todos los Cristianos tuvieramos "el alma de María para magnificar a Nuestro Señor, y el espíritu de María para regocijarnos en Dios!" Este es el favor que se nos concede de la manera más noble en cada Sagrada Comunión. Refleccionemos en ello con amor y gratitud. Una de las Custodias antiguas hecha en la figura de María llevando en Su pecho la Sagrada Eucaristía, tiene estas palabras inscritas sobre su base: "Oh Cristiano que vienes lleno de Fe a recibir el Pan de la Vida, cómelo dignamente, y recuerda que fué formado de la purísima sangre de María." María bien puede y con mucho derecho, hablarnos y decirnos en las palabras del inspirado profeta: "Venid, y comed de mi pan; y bebed el vino que yo he mezclado" (Prov. 9:5). San Maximiliano M. Kolbe deseaba transmitir el pensamiento de este pasaje cuando propuso que todos los altares del Santísimo Sacramento fueran superimpuestos con una imagen de la Virgen Inmaculada, con Sus brazos extendidos para invitarnos a todos a venir y comer el Pan que Ella misma había hecho. Con un hermoso vuelo de la fantasía, San Gregorio de Tour dijo que el seno Inmaculado de María es el armario celestial, bien surtido con el Pan de Vida que fue hecho para alimentar a Sus hijos. "¡Feliz el seno que Te llevó y los pechos que Tú mamaste!" exclamó cierta mujer a Jesús (Luc. 11:27). La Inmaculada Virgen María llevo a Jesús dentro de Ella mientras que Su Cuerpo era formado de Su propia carne y Su propia sangre. Por eso, cada vez que vamos a la Sagrada Comunión, es algo dulce el recordar que Jesús en el Santísimo Sacramento, es el Pan de Vida, producido por María con la harina de Su carne Inmaculada, amasada con la mezcla de Su leche virginal. Ella hizo esto para nosotros, Sus hijos. Y compredemos más a fondo nuestra hermandad uno con otro, al participar de este exquisito, sabrosísimo Pan de Nuestra Madre.

CAPITULO 7 ORACIONES ANTE EL SANTISIMO SACRAMENTO
"...Y prosternándose, Lo adoraron" (Mat. 2:11)
• Sagrada Comunión: Preparación; Acción de Gracias.
• Sagrada Comunión con María.
• Antes de la Sagrada Comunión.
• Frente a la Sagrada Eucaristía.
• El Milagro Eucarístico de Lanciano.

SAGRADA COMUNION
PREPARACION.
Fe
Señor Mío Jesucristo, creo con toda mi alma que estás realmente presente en el Sacramento del Altar. Lo creo porque Tú lo has dicho - Tú, a Quien adoro como la Verdad Suprema. Hablándote en la Sagrada Hostia, declaro con San Pedro: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios Vivo."
Adoración
Yo Te adoro y reconozco como mi Creador, Señor, Redentor, y mi Bien supremo y único.
Esperanza
Oh, Señor, yo espero que como Tú Te has dado a mí en este Sacramento Divino, ejercitarás Tu misericordia y me concederás las gracias que necesito a fin de alcanzar más fácilmente el Paraíso.
Amor
Oh Señor, Te amo con todo mi corazón y sobre todas las cosas porque Tú eres mi Dios, digno de ser amado infinitamente. Perdóname por haberte amado tan poquito hasta ahora. Quisiera amarte con el ardor de los Serafines y con el corazón de María Inmaculada, Tu Madre y la mía. Por causa Tuya, Oh Jesús, deseo amar a mi prójimo como a mí mismo.
Humildad
Oh Señor, yo no soy digno de recibirte, mas dí tan solo una palabra, y mi alma quedara curada.
Dolor
Antes de acercarme a Tí, Oh Jesús, Te pido una vez más me perdones mis pecados. Tú me has amado tanto que hasta has muerto por mí, y yo he sido tan malvado y te he ofendido un sin fin de veces. ¡Ten piedad de mí! ¡Perdóname! Por Tu gracia, borra de mí toda mancha de pecado. Deseo acercarme a Tí con una pureza angelical para poder recibirte dignamente.
Deseo
Dios mío, ven a mi alma para que la puedas hacer san ta. Dios mío, ven a mi corazón a purificarlo. Dios mío, entra a mi cuerpo a conservarlo y para que yo nunca me separe de Tu amor. Destruye todo lo que veas en mí que no sea digno de Tu presencia y pueda obstruir Tu gracia y Tu amor.

(Ten en cuenta que dentro de unos pocos minutos Jesús estará en ti. Este es el momento más grande y hermoso de tu día. Preparate bien. Presenta a Jesús un corazón ardiente de amor y deseo por El. Esta completamente consciente que no mereces tan gran favor, y no vayas a Comunión con tu alma manchada de pecado mortal. Trata de recibir la Sagrada Comunión durante la Misa, pero si no es posible, recíbela fuera de Misa a fin de que no te pases un día sin recibir a Jesús. Recuerda que una Comunión ferviente 1) preserva y aumenta en tí la gracia santificante; 2) te borra los pecados veniales; 3) te proteje para que no caigas en pecado mortal; 4) te trae consuelo y ayuda, con un aumento de caridad y esperanza para la Vida Eterna.)

ACCION DE GRACIAS
(Como Jesús esta ahora en tí, te has convertido en un Tabernáculo viviente. Conserva el recogimiento y adora a Tu Señor. Exprésale toda tu alegría al poseerlo. Abrele tu corazón y háblale con mucha confianza.)
Oracion
Oh Jesús, me siento hondamente conmovido por la presencia de Tu Amor infinito. ¡Cuán agradecido Te estoy! No sé hacer otra cosa que repetirte: ¡Gracias, Oh Jesús! ¿Que haré por Tí, Oh Señor, para corresponder a Tu regalo? Escucho Tu dulce voz repitiéndome: "Hijo mío, dame tu corazón" (Pro. 23:26). Si Senor. Te ofrezco mi corazón y mi alma. Te consagro toda mi vida. Deseo pertenecerte enteramente a Tí por siempre.
A Jesús Crucificado
Oh Jesús mío, heme aquí postrado a Tus divinos pies implorándote con mi más ferviente deseo imprimas en mi corazón vivos sentimientos de Fe, Esperanza y Caridad, con un sincero dolor por mis pecados y un firme propósito de enmienda; mientras que con un hondo afecto y dolor de mí alma, considero dentro de mi y contemplo mentalmente Tus cinco llagas preciosísimas, teniendo en cuenta las palabras que el Santo Profeta David dijo de Tí, oh mi Buen Jesús: "¡Han taladrado mis manos y mis pies, puedo contar todos mis huesos! (Padre Nuestro, Ave María, Gloria).
Invocaciones
Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame. Sangre de Cristo, embriágame. Agua del Costado de Cristo, lavame. Pasion de Cristo, confórtame. Oh mi Buen Jesús, óyeme. Dentro de Tus llagas, escóndeme. No permitas que me separe de Tí. Del enemigo malo, defiendeme. A la hora de mi muerte, llámame; y mándame que venga a Tí, para que con Tus Angeles y Santos te alabe por los siglos de los siglos. Amén.
Oración de San Buenaventura
Taladra Oh Dulcísimo Señor Jesucristo, mi alma en lo más profundo con la más gozosa y saludable herida de Tu amor, con la más apostólica, verdadera y serena caridad, para que mi alma pueda siempre languidecer y derretirse de amor y añoranza por Tí, que suspire por Tí y se desmaye por Tus cortejos, y ansíe disolverse y estar Contigo. Concédeme que mi alma siempre sienta hambre de Tí, el Pan de los Angeles, el refresco de las almas santas, nuestro pan diario y supersubstancial que tiene toda la dulzura y el sabor y toda la delicia a nuestro gusto. Haz que mi corazón esté siempre hambriento y que se alimente de Tí, a quien los angeles desean contemplar, y deja que mi alma más profunda se llene de Tu dulzura y Tu sabor. Que siempre tenga sed de Tí, Fuente de Vida, Fuente de sabiduria y conocimiento, Fuente de luz eterna, Torrente de placeres, Riqueza de la Casa de Dios. Que siempre pueda conseguirte, buscarte, encontrarte, correr hacia Tí, obtenerte, meditar sobre Tí, hablar de Tí, y hacer todas las cosas para alabanza y gloria de Tu Santo Nombre, con humildad y discreción, con amor y deleite, con solicitud y afecto, y con perserverancia hasta el fin. Se Tú solamente mi esperanza y mi confianza completa, mi riqueza, mi deleite, mi placer y mi gozo; mi descanso y tranquilidad; mi paz, mi dulzura y mi fragancia; mi dulce sabor, mi alimento y mi refresco; mi refugio y mi auxilio; mi sabiduría, mi porción, mi posesión y mi tesoro, en quien pueda mi mente y mi corazón estar siempre firme y fijo y arraigado inmobiblemente. Amen.
Oración de Santo Tomas Aquino
Te doy gracias, Oh Santo Señor, Padre Todopoderoso, Dios Eterno, que has concedido no por nigún mérito mío, sino por la condescencia de Tu gran misericordia, nutrime a mí, pecador, indigno siervo Tuyo, con el precioso Cuerpo y Sangre de Tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo. Te pido que esta Sagrada Comunión no me sea para condenación y castigo, sino defensa para mi perdón. Que sea para mí armadura de Fe y escudo de buen designio. Que sea la causa de mi vaciamiento de vicios y la extinción de toda concupiscencia y lujuria; un aumento de caridad y paciencia, de humildad y obediencia y de todas las virtudes. Que sea para mi, defensa contra los ataques de mis enemigos, visibles e invisibles; el apaciguamiento perfecto de todos mis impulsos malvados, tanto carnales como espirituales; que sea razón para que yo me apegue firmemente a Tí, el único Dios Verdadero; y que me traiga una muerte santa y feliz. Y Te suplico que Te dignes traerme, a mi pecador, a ese banquete innefable, donde Tú, con Tu Hijo y Tu Espíritu Santo, sois para vuestros Santos, Luz verdadera, Plenitud de contento, Gozo eterno, Alegría sin mezcla, y Felicidad perfecta. Os pido esto por el mismo Cristo Nuestro Señor. Amén.

SAGRADA COMUNION CON MARIA.
(Meditación sobre el Ave María)
PREPARACION.
Oh Virgen Santa, estoy a punto de recibir a Tu Jesús. Quisiera que mi corazón fuera como el Tuyo cuando te convertiste en la Madre del Salvador a la hora de la Anunciación del Angel.
DIOS TE SALVE MARIA
Yo Te saludo, Buena Madre. Permíteme que me una a Tí para adorar a Jesús. Préstame Tus afectos, Tus sentimientos. Más aún, yo te pido, de hecho, que Lo adores Tú por mí. ¡Yo te saludo, Oh verdadero Cuerpo de Jesús, nacido de la Virgen María! Yo creo en Tí y a Tí adoro.
LLENA ERES DE GRACIA
Tú, María, fuiste digna de recibir al Dios Más-Santo, puesto que Tú fuiste llena de gracia desde el primer momento de Tu vida. Mas yo soy pobre y pecador. Mis modos malvados me hacen indigno de ir a Comunión. Oh Madre Mía, cubreme con Tus méritos y guíame a Jesús.
EL SEÑOR ES CONTIGO
El Señor es contigo, Oh Santísima Virgen. Por Tu ardiente anhelo, Tú lo trajiste desde el Cielo a Tu corazón. Introduce igualmente en mi corazón un deseo ardiente y un hambre insaciable por Jesús, de manera que yo pueda en verdad decir: "Ven, Oh Jesús Mío, Te deseo con el corazón de María. Tu Madre y la mía."
BENDITA TU ERES ENTRE TODAS LAS MUJERES
Bendita eres María, porque nunca has sentido el remordimiento que viene al cometer pecado; pues Tu estás libre de toda clase de pecado e imperfección. Mas yo sé que he pecado, y no estoy seguro de que siento suficiente dolor. Házme comprender la maldad de mis pecados y la bondad de Dios a quien he ofendido. Lloro por mis pecados. Preséntame pues penitente a Tu Jesús.
Y BENDITO ES EL FRUTO DE TU VIENTRE
¡Ah, buena Madre! ¡Qué gran regalo nos has dado al darnos a Jesús, Nuestro Salvador! Y he aquí, El desea venir a mí para hacerme un hijo especialmente amado de Su Corazón. Voy con confianza a recibirlo, y a decirle: "Jesús mío, me abandono totalmente en Tí. Ven y dame fuerza para servirte fielmente, y la esperanza de gozarte por siempre con Tu Madre en el Cielo."
JESUS
Concédeme, Oh Madre, que yo experimente esos sentimientos que Tú experimentaste cuando viviste en compañía de Jesús, cuando Le llamabas por Su nombre. Ahora yo estoy a punto de recibirle. Permite que yo pueda decirle: "Ven, Oh Jesús Mío. En mí encontraras la misma bienvenida que tuviste de Tu Madre en la Tierra. Espero que mediante Su intercesión, Tu me darás la bienvenida en el Cielo."
ACCION DE GRACIAS.
SANTA MARIA, MADRE DE DIOS
¡Oh Madre mía, qué feliz me siento de estar unido con Mi Jesús! ¿Pero cómo es que merezco que Mi Señor venga a mí? Oh María, Tú que eres Santa e Inmaculada, ofrécele dignas gracias por mí. Oh, Tú Quien, desde el principio, percibiste los latidos del corazón de Este Jesús a Quien ahora recibo dentro de mí; Tu que Lo amaste más que todos los Santos juntos, y que viviste unicamente para El cuando estuviste en la tierra, concede que yo pueda ahora compartir tus sentimientos y Tu amor. Y Tú, Oh Jesús, acepta el amor de Tu Madre como si fuera el mío, y no me niegues una mirada tierna mientras que yo tambíen te digo con todo mi corazón: "Yo Te amo".
RUEGA POR NOSOTROS PECADORES
Ruega por mí, Oh María. En este momento, une Tus oraciones a las mías. Y ahora que Jesús ha entrado a mi corazón, listo para concederme todas las gracias, deseo pedirle sobre todo que nunca me separe de El por el pecado. Y Tú, Oh María, guárdame del mal y sé mi refugio en la tentación.
AHORA
Por ahora, y desde ahora, Madre amante, yo ruego por todas las gracias que son ventajosas para mi alma. Obtén para mí este favor: que yo sea revestido con las virtudes de la bondad y la mansedumbre, y que mi vida sea de una pureza sin mancha.
Y A LA HORA DE NUESTRA MUERTE
De ahora en adelante, mi oracíon es Oh Jesús, que yo pueda recibirte dignamente a la hora de mi muerte y que mi muerte sea santa. La acepto cuando y como me la mandes. Le doy la bienvenida en unión con Tu sacrificio consumado en la Cruz. La acepto a fin de someterme a Tu Divina Voluntad, para gloria de Dios, para mi salvación y por la salvación de las almas. Oh Virgen Dolorosa, asísteme como asististe a Jesús en Su última Agonía. "AMEN"
"Así sea" Oh, Jesús, aquí en la palabra que deseo repetir a cada instante, tanto en mi juventud como por toda mi vida. Que se haga Tú Voluntad siempre. Y todo lo que Tú proveas es lo mejor para mí, y de ahora en adelante, yo la acepto y Te doy gracias. Amén.

FRENTE A LA SAGRADA EUCARISTIA
VISITA AL SANTISIMO SACRAMENTO
Señor Mío Jesucristo, Quien por el amor que tienes por los hombres, permaneces en este Sacramento día y noche, lleno de compasión y amor, esperando, llamando y recibiendo a todos los que vienen a visitarte: Yo creo que estás presente en este Sacramento del Altar; Te adoro desde el abismo de mi nada, y Te doy gracias por todos los dones que me has dado, particularmente por haberte dado a mí en este Sacramento, por haberme dado a Tu Santísima Madre María, como mi Abogada, y por haberme llamado a visitarte en esta Iglesia. Doy reverencia hoy a Tu Amantísimo Corazón, y por estos tres própositos: Primero, en acción de gracias por este Gran Don; Segundo, para hacer reparación por todos los ultrajes que has recibido en este Sacramento de todos Tus enemigos; Tercero, es mi intención por esta visita el adorarte en todos los lugares de la tierra en donde estás presente en este Sacramento, y en los que se Te rinde menor honor y estás más abandonado. Jesús Mío, Te amo con todo mi corazón. Me arrepiento de haber disgustado a Tu Infinita Bondad en el pasado. Tengo resuelto con la ayuda de Tu gracia nunca más ofenderte en el futuro; y por el presente y aunque soy un pobre pecador, me consagro a Tí totalmente. Renuncio y rindo a Tí toda mi voluntad, mis afectos y mis deseos y todo lo que me pertenece. De ahora en adelante haz conmigo lo que mejor Te plazca, y también con todas mis pertenencias. Deseo y únicamente Te pido Tu Santo Amor, perserverancia final y el perfecto cumplimiento de Tu Voluntad. Te recomiendo las almas del Purgatorio, especialmente aquéllas más devotas al Santísimo Sacramento y a la Santísima Virgen María. También Te recomiendo a los pobres pecadores. Oh amado Salvador Mío, uno todos mis afectos con los afectos de Tu amantísimo Corazón, y así unido, los ofrezco a Tu Padre Eterno, y Le ruego en Tu Nombre, que por Tu amor los acepte y los tome en cuenta. Amén.

COMUNION ESPIRITUAL.
Jesús Mío, creo que Tú estás Real y Verdaderamente Presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte dentro de mi alma. Mas ya que no lo puedo hacer en este momento Sacramentalmente, ven por lo menos espiritualmente a mi corazón. (Hágase una breve pausa durante la cual nos podamos unir con Jesús). Y como si ya Te hubiese recibido, yo me abrazo y me uno completamente a Tí. Ah, Señor, no permitas que jamás me separe de Tí. Amén.

VISITA A LA SANTISIMA VIRGEN MARIA
Oh Santísima e Inmaculada Virgen y Madre Mía, a Tí que erés la Madre de mi Señor, la Reina del mundo, la Abogada, la Esperanza, el Refugio de los pecadores, yo que soy el más miserable de todos los pecadores recurro a Tí en este día. Te venero, Oh Gran Reina, y te estoy agradecido por todas las mercedes que me has conferido hasta ahora, especialmente por librarme del infierno que tantas veces he merecido. Te amo, Oh Señora amabilísima, y por el amor que Te tengo prometo servirte siempre y hacer todo lo que pueda para lograr que otros Te amen. En Tí pongo todas mis esperanzas; a Tu cuidado confío mi salvacíon. Acéptame como tu siervo y abrígame bajo Tú manto, Oh Madre de Misericordia. Y puesto que Tu eres tan poderosa con Dios, líbrame de todas las tentaciones, y obten para mí la fortaleza para triunfar sobre ellas hasta el día de mi muerte. De Tí suplico un amor perfecto por Jesucristo. De Tí espero obtener una buena muerte. Oh María, Madre mía, por el amor que le tienes a Dios, Te ruego me ayudes siempre, y especialmente en el último momento de mi vida. No me abandones, te ruego, hasta que me veas a salvo en el Cielo, bendiciéndote y contando Tus mercedes por toda la eternidad. Amén.
San Alfonso Liguori.

SUPLEMENTO.
EL MILAGRO EUCARISTICO DE LANCIANO.
La antigua Anzanum, la ciudad de los Frentaneses, ha contenido por más de doce siglos el primer y más grande Milagro Eucarístico de la Iglesia Católica. Este hecho maravilloso tuvo lugar en el siglo octavo D de C en la pequeña Iglesia de San Legontian, como una respuesta divina a un monje Basiliano que dudaba acerca de la Presencia Real de Jesús en la Eucaristía. Durante la Santa Misa, después de la doble Consagración, la Hostia se transformó en Carne viviente, y el vino, en Sangre viva, la cual se coaguló en cinco glóbulos de tamaño y forma diferentes e irregulares. La Hostia-carne que aún hoy se puede observar muy distintamente, tiene las mismas dimensiones de la Hostia grande que se usa ahora en la Iglesia Latina; es de color cafe claro, y aparece rosada cuando se ilumina por detrás. La Sangre está coagulada y tiene un color a tierra parecido al amarillo ocre. Desde 1713, la Carne ha sido reservada en un Ostensorio plateado artísticamente, embosado delicadamente por un artista de la escuela Napolitana. La Sangre está contenida en una copa muy antigua y rica, hecha de Cristal de roca. Los Frailes Conventuales Menores han sido los guardianes del Santuario desde 1252, por un decreto que fué el deseo del Obispo Landulf de Chieti; ese decreto fué confirmado por una Bula Pontificia de fecha abril 20, 1252. La Iglesia estuvo a cargo de los monjes Basilianos hasta 1176; de 1176 hasta 1252, los Benedictinos estuvieron a cargo de la Iglesia. En 1258, los Franciscanos construyeron la Iglesia presente. En 1700 se cambió su estilo arquitectónico, de romano-gotico, a barroco. El "Milagro" se reservó al principio en una Capilla situada al lado del altar principal. Luego, desde 1636, se reservó en un altar lateral de la nave que aún contiene el antiguo cofre de hierro y la inscripción conmemorativa. En 1902, se transfirió al monumental altar de marmol presente, el cual fué construído por la gente de Lanciano. Varias investigaciones eclesiásticas ("Reconocimientos"), han sido llevados a cabo desde 1574. En 1970 se desarrolló una investigación científica por el ilustre científico, prof. Odoardo Linoli, Eminente Profesor de Anatomía e Historiología Patológica, y de Química y Microscopiología Clínica. Fué asistido por el Prof. Rugero Bertelli de la Universidad de Viena. Los analisis fueron conducidos con precisión científica absoluta e indisputable, y fueron documentados con una serie de fotografías microscópicas, las que se ofrecieron como material del dominio público por el estimado Prof. Linoli, en una conferencia que se llevó a cabo en Marzo 4, 1971, en la Iglesia del Milagro. Esos análizis sostienen las conclusiones siguientes: -La Carne es carne real. La Sangre, es sangre real. -La Carne consiste de tejido muscular del corazón (myocardium). -La Carne y la Sangre pertenecen a la especie humana. -La Carne y la Sangre tienen el mismo tipo (AB). -En la Sangre fueron encontradas proteínas en la misma proporción normal (en porcentaje) que se encuentran en la composición "sero-proteic" de la sangre fresca normal. -También se encontró en la Sangre estos minerales: cloros, fósforo, magnesio, potasio, sodio y calcio. -La preservación de la Carne y la Sangre, las cuales se dejaron en su estado natural por doce siglos, (es decir sin ningún preservativo químico), y expuestos a la acción de los agentes atmosféricos y biológicos, representa un fenómeno extraordinario. En conclusión, se puede decir que la Ciencia, al ser llamada para atestiguar, ha dado un verídico y cabal testimonio referente a la autenticidad del Milagro Eucarístico de Lanciano.
Imprimatur: †Leopoldo Teofili
Arzobispo de Lanciano.
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SANTUARIO DEL MIRACOLO EUCARISTICO. Frati Minori Conventuali, 66034 LANCIANO (Ch) Italia.