Catecismo de la Iglesia Católica

2115. "Dios puede revelar el porvenir a sus profetas o a otros santos. Sin embargo, la actitud cristiana justa consiste en entregarse con confianza en las manos de la providencia en lo que se refiere al futuro y en abandonar toda curiosidad malsana al respecto. Sin embargo, la imprevisión puede constituir una falta de responsabilidad."

2116. "Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone 'desvelan' el porvenir. La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a 'mediums' encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios."

2117. "Todas las prácticas de magia o de hechicería mediante las que se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo -aunque sea para procurar la salud-, son gravemente contrarias a la virtud de la religión. Estas prácticas son más condenables aún cuando van acompañadas de una intención de dañar a otro, recurran o no a la intervención de los demonios. Llevar amuletos es también reprensible. El espiritismo implica con frecuencia prácticas adivinatorias o mágicas. Por eso la Iglesia advierte a los fieles que se guarden de él. El recurso a las medicinas llamadas tradicionales no legítima ni la invocación de las potencias malignas, ni la explotación de la credulidad del prójimo."

2138. "La superstición es una desviación del culto que debemos al verdadero Dios, la cual conduce a la idolatría y a distintas formas de adivinación y de magia."

Libro del Profeta Isaías Capítulo 47
47:13 Haste fatigado en la multitud de tus consejos. Parezcan ahora y defiéndante los contempladores de los cielos, los especuladores de las estrellas, los que contaban los meses, para pronosticar lo que vendrá sobre ti. 47:14 He aquí que serán como tamo; fuego los quemará, no salvarán sus vidas del poder de la llama; no quedará brasa para calentarse, ni lumbre á la cual se sienten. 47:15 Así te serán aquellos con quienes te fatigaste, tus negociantes desde tu niñez: cada uno echará por su camino, no habrá quien te salve.

Daniel Capítulo 2
2:27 Daniel respondió delante del rey, y dijo: El misterio que el rey demanda, ni sabios, ni astrólogos, ni magos, ni adivinos lo pueden enseñar al rey. 2:28 Mas hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios, y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer á cabo de días. Tu sueño, y las visiones de tu cabeza sobre tu cama, es esto: 2:29 Tú, oh rey, en tu cama subieron tus pensamientos por saber lo que había de ser en lo por venir; y el que revela los misterios te mostró lo que ha de ser. 2:30 Y á mí ha sido revelado este misterio, no por sabiduría que en mí haya, más que en todos los vivientes, sino para que yo notifique al rey la declaración, y que entiendieses los pensamientos de tu corazón.


Giudizio universale "Artículo 7 'Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos' I.- Volverá en Gloria"

668. "'Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos' . La Ascensión de Cristo al Cielo significa su participación, en su humanidad, en el poder y en la autoridad de Dios mismo. Jesucristo es Señor: posee todo poder en los cielos y en la tierra. El está 'por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, Dominación' porque el Padre 'bajo sus pies sometió todas las cosas' . Cristo es el Señor del cosmos y de la historia. En él, la historia de la humanidad e incluso toda la Creación encuentran su recapitulación, su cumplimiento trascendente."
669. "Como Señor, Cristo es también la cabeza de la Iglesia que es su Cuerpo. Elevado al cielo y glorificado, habiendo cumplido así su misión, permanece en la tierra en su Iglesia. La Redención es la fuente de la autoridad que Cristo, en virtud del Espíritu Santo, ejerce sobre la Iglesia. 'La Iglesia, o el reino de Cristo presente ya en misterio', 'constituye el germen y el comienzo de este Reino en la tierra'."
670. "Desde la Ascensión, el designio de Dios ha entrado en su consumación. Estamos ya en la 'última hora' .'El final de la historia ha llegado ya a nosotros y la renovación del mundo está ya decidida de manera irrevocable e incluso de alguna manera real está ya por anticipado en este mundo. La Iglesia, en efecto, ya en la tierra, se caracteriza por una verdadera santidad, aunque todavía imperfecta'. El Reino de Cristo manifiesta ya su presencia por los signos milagrosos que acompañan su anuncio por la Iglesia."
671. "El Reino de Cristo, presente ya en su Iglesia, sin embargo, no está todavía acabado 'con gran poder y gloria' con el advenimiento del Rey a la tierra. Este Reino aún es objeto de los ataques de los poderes del mal, a pesar de que estos poderes hayan sido vencidos en su raíz por la Pascua de Cristo. Hasta que todo le haya sido sometido, y 'mientras no haya nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia, la Iglesia peregrina lleva en sus sacramentos e instituciones, que pertenecen a este tiempo, la imagen de este mundo que pasa. Ella misma vive entre las criaturas que gimen en dolores de parto hasta ahora y que esperan la manifestación de los hijos de Dios'. Por esta razón los cristianos piden, sobre todo en la Eucaristía, que se apresure el retorno de Cristo cuando suplican: 'Ven, Señor Jesús' ."
672. "Cristo afirmó antes de su Ascensión que aún no era la hora del establecimiento glorioso del Reino mesiánico esperado por Israel que, según los profetas, debía traer a todos los hombres el orden definitivo de la justicia, del amor y de la paz. El tiempo presente, según el Señor, es el tiempo del Espíritu y del testimonio, pero es también un tiempo marcado todavía por la 'dificultad' y la prueba del mal que afecta también a la Iglesia e inaugura los combates de los últimos días. Es un tiempo de espera y de vigilia."
673. "Desde la Ascensión, el advenimiento de Cristo en la gloria es inminente, aun cuando a nosotros no nos 'toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad' . Este advenimiento escatológico se puede cumplir en cualquier momento, aunque tal acontecimiento y la prueba final que le ha de preceder estén 'retenidos' en las manos de Dios."
674. "La venida del Mesías glorioso, en un momento determinado de la historia, se vincula al reconocimiento del Mesías por 'todo Israel' del que 'una parte está endurecida' en 'la incredulidad' respecto a Jesús. San Pedro dice a los judíos de Jerusalén después de Pentecostés: 'Arrepentíos, pues, y convertíos para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de que Dios habló por boca de sus profetas' . Y san Pablo le hace eco: 'Si su reprobación ha sido la reconciliación del mundo ¿qué será su readmisión sino una resurrección de entre los muertos?' . La entrada de 'la plenitud de los judíos' en la salvación mesiánica, a continuación de 'la plenitud de los gentiles' , hará al Pueblo de Dios 'llegar a la plenitud de Cristo' en la cual 'Dios será todo en nosotros' ."
675. "Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes. La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra develará el 'Misterio de iniquidad' bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne."
676. "Esta impostura del Anticristo aparece esbozada ya en el mundo cada vez que se pretende llevar a cabo la esperanza mesiánica en la historia, lo cual no puede alcanzarse sino más allá del tiempo histórico a través del juicio escatológico: incluso en su forma mitigada, la Iglesia ha rechazado esta falsificación del Reino futuro con el nombre de milenarismo, sobre todo bajo la forma política de un mesianismo secularizado, 'intrínsecamente perverso'."
677. "La Iglesia sólo entrará en la gloria del Reino a través de esta última Pascua en la que seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección. El Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal que hará descender desde el cielo a su Esposa. El triunfo de Dios sobre la rebelión del mal tomará la forma de Juicio final después de la última sacudida cósmica de este mundo que pasa." "II.- Para juzgar a vivos y muertos"
678. "Siguiendo a los profetas y a Juan Bautista, Jesús anunció en su predicación el Juicio del último Día. Entonces, se pondrán a la luz la conducta de cada uno y el secreto de los corazones. Entonces será condenada la incredulidad culpable que ha tenido en nada la gracia ofrecida por Dios. La actitud con respecto al prójimo revelará la acogida o el rechazo de la gracia y del amor divino. Jesús dirá en el último día: 'Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis' ."
679. "Cristo es Señor de la vida eterna. El pleno derecho de juzgar definitivamente las obras y los corazones de los hombres pertenece a Cristo como Redentor del mundo. 'Adquirió' este derecho por su Cruz. El Padre también ha entregado 'todo juicio al Hijo' . Pues bien, el Hijo no ha venido para juzgar sino para salvar y para dar la vida que hay en él. Es por el rechazo de la gracia en esta vida por lo que cada uno se juzga ya a sí mismo; es retribuido según sus obras y puede incluso condenarse eternamente al rechazar el Espíritu de amor."
"Resumen"
680. "Cristo, el Señor, reina ya por la Iglesia, pero todavía no le están sometidas todas las cosas de este mundo. El triunfo del Reino de Cristo no tendrá lugar sin un último asalto de las fuerzas del mal."
681. "El día del Juicio, al fin del mundo, Cristo vendrá en la gloria para llevar a cabo el triunfo definitivo del bien sobre el mal que, como el trigo y la cizaña, habrán crecido juntos en el curso de la historia."
682. "Cristo glorioso, al venir al final de los tiempos a juzgar a vivos y muertos, revelará la disposición secreta de los corazones y retribuirá a cada hombre según sus obras y según su aceptación o su rechazo de la gracia."

AUDIENCIA GENERAL - Miércoles 31 de enero de 2001

Hacia cielos nuevos y una tierra nueva

1. La segunda carta de san Pedro, recurriendo a los símbolos característicos del lenguaje apocalíptico que se utilizaban en la literatura judía, señala la nueva creación casi como una flor que brota de las cenizas de la historia y del mundo (cf. 2 P 3, 11-13). Es una imagen que sella el libro del Apocalipsis, cuando san Juan proclama:  "Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar no existe ya" (Ap 21, 1). El apóstol san Pablo, en la carta a los Romanos, presenta a la creación gimiendo bajo el peso del mal, pero destinada a "ser también ella liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios" (Rm 8, 21).

Así la sagrada Escritura inserta un hilo de oro en medio de las debilidades, miserias, violencias e injusticias de la historia humana y lleva hacia una meta mesiánica de liberación y paz. Sobre esta sólida base bíblica, el Catecismo de la Iglesia católica enseña que "el universo visible también está destinado a ser transformado, "a fin de que el mundo mismo, restaurado a su primitivo estado, ya sin ningún obstáculo, esté al servicio de los justos", participando en su glorificación en Jesucristo resucitado". (n. 1047; cf. san Ireneo, Adv. haer., V, 32, 1). Entonces, finalmente, en un mundo pacificado, "el conocimiento del Señor llenará la tierra, como cubren las aguas el mar" (Is 11, 9).

2. Esta nueva creación, humana y cósmica, se inaugura con la resurrección de Cristo, primicia de la transfiguración a la que todos estamos destinados. Lo afirma san Pablo en la primera carta a los Corintios:  "Cristo, como primicias; luego los de Cristo, cuando él venga. Después será el fin, cuando entregue a Dios Padre el reino. (...) El último enemigo en ser destruido será la muerte (...). para que Dios sea todo en todos" (1 Co 15, 23-24. 26. 28).

Ciertamente, es una perspectiva de fe que a veces puede sufrir la tentación de la duda, en el hombre que vive en la historia bajo el peso del mal, de las contradicciones y de la muerte. Ya la citada segunda carta de san Pedro lo refiere, reflejando la objeción de los suspicaces o los escépticos, incluso "los llenos de sarcasmo", que se preguntan:  "¿Dónde queda la promesa de su venida? Pues desde que murieron nuestros padres, todo sigue como al principio de la creación" (2 P 3, 3-4).

3. Esta es la actitud de desaliento de quienes renuncian a cualquier compromiso con respecto a la historia y su transformación. Están convencidos de que nada puede cambiar, de que cualquier esfuerzo será inútil, de que Dios está ausente y no se interesa para nada de este minúsculo punto del universo que es la tierra. Ya en el mundo griego algunos pensadores enseñaban esta perspectiva y la segunda carta de san Pedro tal vez reacciona también ante esa visión fatalista que tiene evidentes consecuencias prácticas. En efecto, si nada puede cambiar, ¿qué sentido tiene esperar? Lo único que queda por hacer es ponerse al margen de la vida, dejando que el movimiento repetitivo de las vicisitudes humanas cumpla su ciclo perenne. En esta línea muchos hombres y mujeres ya están desalentados al borde de la historia, sin confianza, indiferentes a todo, incapaces de luchar y esperar. En cambio, la visión cristiana es ilustrada de forma nítida por Jesús en aquella ocasión en que, "habiéndole preguntado los fariseos cuándo llegaría el reino de Dios", respondió:  "El reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán:  "vedlo aquí o allá", porque el reino de Dios ya está entre vosotros" (Lc 17, 20-21).

4. A la tentación de los que imaginan escenarios apocalípticos de irrupción del reino de Dios y de los que cierran los ojos bajo el peso del sueño de la indiferencia, Cristo opone la venida sin clamor de los nuevos cielos y de la nueva tierra. Esta venida es semejante al oculto pero activo crecimiento de la semilla en la tierra (cf. Mc 4, 26-29).

Por consiguiente, Dios ha entrado en la historia humana y en el mundo, y avanza silenciosamente, esperando con paciencia a la humanidad con sus retrasos y condicionamientos. Respeta su libertad, la sostiene cuando es presa de la desesperación, la lleva de etapa en etapa y la invita a colaborar en el proyecto de verdad, justicia y paz del Reino. Así pues, la acción divina y el compromiso humano deben entrelazarse. "El mensaje cristiano no aparta a los hombres de la construcción del mundo ni les impulsa a despreocuparse del bien de sus semejantes, sino que les obliga más a llevar a cabo esto como un deber" (Gaudium et spes, 34).

5. Así se abre ante nosotros un tema de gran importancia, que siempre ha interesado a la reflexión y la acción de la Iglesia. El cristiano, sin caer en los extremos opuestos del aislamiento sagrado y el secularismo, debe manifestar su esperanza también dentro de las estructuras de la vida secular. Aunque el Reino es divino y eterno, está sembrado en el tiempo y en el espacio:  está "en medio de nosotros", como dice Jesús.

El concilio Vaticano II subrayó con fuerza este íntimo y profundo vínculo:  "La misión de la Iglesia no consiste sólo en ofrecer a los hombres el mensaje y la gracia de Cristo, sino también en impregnar y perfeccionar con el espíritu evangélico el orden de las realidades temporales" (Apostolicam actuositatem, 5). Los órdenes espiritual y temporal, "aunque distintos, están de tal manera unidos en el plan divino, que Dios mismo busca, en Cristo, reasumir el mundo entero en una nueva creación, incoativamente aquí en la tierra, plenamente en el último día" (ib.).

El cristiano, animado por esta certeza, camina con valentía por las sendas del mundo tratando de seguir los pasos de Dios y colaborando con él para suscitar un horizonte en el que "la misericordia y la fidelidad se encuentren, la justicia y la paz se besen" (Sal 85, 11).


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